Me lo contó una abuela. Y lo dejó como lo contó. Decía:
Recuerdo todavía con emoción nueva cuando Daniel me sorprendió diciéndome: “¿Sabes? Vas a ser abuela; ya es positivo, María está encinta”. “Increíble”, pensaba yo: “Ya tan ligero… Pero si es apenas una bebita ella misma”. Las palabras se confundían en mi mente. ¡Voy a ser abuela! Después risas, llanto de tanta emoción.
¡Qué privilegio me conceden al pasar por esta experiencia! Vuelvo a sentir mi propia maternidad, quizá ya tan lejana en el tiempo y tan presente siempre. Nunca antes había experimentado la cercanía de la maternidad; era muy joven tal vez, muy asustada entonces. Veo ahora el plan divino en su propia manifestación, la cadena de vida. Mis emociones me llevaron a pensar en cuál había sido mi rol como madre hasta ese momento. ¿Sabría María ser madre? ¡Oh Señor, qué pronto se nos pasa el tiempo! Pero, más que nada, ¿seré yo buen modelo? Nunca antes me lo había planteado en esa forma. ¡Qué consecuencias tiene lo que pensamos, lo que hacemos, lo que decimos a nuestros hijos! ¡Qué maravillosa y tremenda responsabilidad! Y ahora aquí, perpetuados tantos instantes de cada día criando, formando, preparando el camino. Y ahora, aquí, sin darnos cuenta, ya la niña va a ser madre y la historia se repite.
Por ratos me parecía mirar cada parte del pequeño cuerpecito formándose, creciendo cada día, cada mes en el vientre de su madre. Los detalles son incontables. El primer salto y un “mami, ya lo siento moverse”. Un acontecimiento tan común, tan de todos los días y todos los tiempos, y sin embargo, tan particular cuando nos sorprende de cerca. Con cuánta ternura ansiamos esos niños. Y ahora, Señor, ¿cómo ser abuela? Guía nuestro camino.
Hoy les veo revolotear a nuestro lado, el centro de nuestra atención, y reconozco en ellos los rasgos físicos tan familiares. También ya despuntan otros rasgos de carácter, de modos de ser conocidos. “Este va a ser como el abuelo”, “tiene la sonrisa de su madre”, “fíjate que camina igualito que su papá”… y tantos otros comentarios.
Mientras tanto nos recreamos viendo a nuestros hijos hacer su papel de padres. Eso mismo, recrearse, vernos otra vez en ellos, como cuando nos tocó a nosotros estrenarnos como padres. Entonces yo decía; “yo no sé nada de esto, yo soy mamá por primera vez”. Y ya soy abuela y aún sigo recordando aquella toma de conciencia que me produjo la primera vez que me confronté con esa realidad. ¡Que maravillosa y tremenda responsabilidad! Saber que ahí estamos nosotros, de nuevo, en funciones a través de nuestros hijos que ponen en práctica lo que aprendieron de nosotros. Por eso quizás soy mejor madre ahora que también soy abuela, porque he conocido el mensaje.
Padre Jorge Ambert, SJ
Para El Visitante