“¿Qué quieres ser cuando seas grande?”. Es la pregunta por excelencia que suele hacerse a los niños cuando pequeños, los que a su vez la responden llenos de ilusión. Sin embargo, llegada la adultez, muchos aún luego de lograr sus metas sienten que algo les falta. Es ahí cuando preguntan para sí mismos: “¿Y ahora qué?”.

“Mucha gente crece con una insatisfacción. Por más que escalan profesiones, por más que tienen a su familia, por más que están activos en los distintos movimientos, hay algo que falta”, compartió Lourdes M. Ortiz Berríos, directora del Instituto para el Desarrollo Humano a Plenitud de los Centros Sor Isolina Ferré.

De acuerdo con la experta, desde niños se suele asociar el conocimiento y las expectativas de que la felicidad personal está en hacer dinero, competir y ganar; cuando por el contrario se debería trabajar para que las personas puedan vivir desde su interior. “La persona primeramente tiene que poseerse, ser dueño de su vida, de su historia, ser dueño de sus emociones y desde su conexión con su interior poder vivir los diferentes retos y manejar las situaciones que se presenten”, detalló.

La trabajadora social aseguró que a lo largo de 25 años de carrera, en su trabajo con personas de sectores profesionales, jóvenes y en comunidades ha visto cómo la sociedad ha roto el sentido de lo que es vivir y ser como persona a plenitud, versus las expectativas de un mundo individualista, materialista y altamente competitivo.

“Las personas no están encontrando ese espacio donde puedan descubrirse. Hay mucha gente que no sabe ni qué es lo que les pasa, que creen que no hay soluciones, que están como atrapados, corriendo detrás de la oferta del mundo”, afirmó.

Según Ortiz, continuar con la expectativa de que el factor económico es lo primero para ser felices, contribuye al hecho de que en Puerto Rico haya cada vez más gente con tendencia a depresión, tristeza y coraje; cuando lo importante es detener el paso y mirar hacia el interior.

Señaló que: “Al irse rompiendo cada vez más lo que nosotros hemos conocido como sistema de vida, la gente está más perdida y más desarraigada de sí misma y de su entorno. Cada vez se crea mayor rompimiento interno porque la gente no entiende cómo van a vivir, cómo van a ser felices. Lo que entendían que era el camino a la felicidad ya no está”.

Asimismo, indicó que las llamadas “heridas” -producidas por situaciones ocurridas en la infancia-, desencadenan una serie de indicadores o conductas en el individuo que determinan si este vive o no a plenitud. Entre ellas están: la baja autoestima, no tener capacidad de diálogo, no creer en sus capacidades, no poder perdonar a los demás, falta de alegría, falta de saber sonreír, aislamiento, pérdida de esperanza –que resulta dejar de luchar por las cosas-, entre otras.

No obstante, para Ortiz lo principal es que desde la situación que se vive en el país, cada cual empiece a mirarse a sí mismo y se dé el espacio para buscar herramientas necesarias para lograr un bienestar personal. “En la vida si uno no se atiende, todo lo demás empieza a verse afectado. Eso debe ser como el motorcito que nos ayude a vivir en este tiempo y la invitación es a buscarlo, a darnos ese permiso”, exhortó.

(Para más información de los talleres y servicios del Instituto puede comunicarse al (787) 375-7854).

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