El caminar diario de un vocacionado tiene que darse en la cotidianidad de su vida. Siendo una renovación continua y novedosa para encarnar la esperanza, prontitud y radicalidad evangélica. Dedicamos esta semana a la oración por las vocaciones en nuestra amada Isla. Historias reales y concretas que nacen del corazón de nuestras comunidades, familias, en fin, desde el corazón criollo de nuestra Diócesis. Una vocación que se despierta en el corazón de una persona es el resultado de la oración y la necesidad de un pueblo escuchado constantemente por Dios. Ese camino de búsqueda no se da en un vacío existencial, sino que asume nuestra existencia y la lleva a un camino hacia la felicidad.
Cada uno de nosotros busca experimentar constantemente la alegría del Amor. Ese Amor que se derrama y nos impulsa al servicio y donación de nosotros hacia el otro. Orar por cada uno de nosotros y por encontrar ese camino feliz hará que realmente seamos una comunidad que palpite a un mismo ritmo. Esta semana es muy buena oportunidad para orar por nuestros seminaristas, por las vocaciones en la vida y porque el Señor suscite en medio de nuestras comunidades los pastores, vida religiosa y matrimonios que hacen falta para responder en el pastoreo de cada una de nuestras comunidades. Hay una experiencia radical de alegría que mueve nuestros corazones como vocacionados. Hay que ser parte del custodiar el corazón de toda Diócesis, su seminario. Y con ellos a los que han separado de su tiempo de vida para discernir su vocación específica dentro de nuestra Iglesia.
Nuestra Diócesis cuenta actualmente con 13 seminaristas que han ido observando, contemplando y haciendo suya la llamada de Dios en sus vidas. Experimentan la oración constante de nuestro pueblo diocesano. Palabras de fe surgen en el caminar al observar la profundidad con la que se vive este llamado. Separemos de nuestro tiempo con Dios un espacio para presentarle el “corazón de la Diócesis” y pidamos a Dios que nos envíe obreros a su mies. Hagamos de la vocación una búsqueda constante de la felicidad. Seamos promotores en nuestras familias de un estilo de vida radical basado en los principios evangélicos. Queremos unirnos como Diócesis al llamado de la Iglesia Universal para abrir nuestras almas y dar el don de la oración por más pastores que hagan presente a Jesús en nuestras comunidades. Responder de igual manera un “Aquí estoy” al llamado y necesidad de nosotros mismos. Somos una sola familia que camina, crece, madura y discierne la presencia de Dios en medio de nuestro pueblo. No pensemos que no podemos escuchar la voz de Dios si hemos sido creados para una constante comunicación con Él. Hagamos de esta semana una entrega total. Forjemos corazones familiares vocacionados para lograr una continua experiencia de fe en nuestras comunidades.
Padre José Ramón Figueroa Sáez
Coordinador Comisión de Comunicaciones