“El amor es paciente, es amable”, (I Cor 13, 4).
El Papa Francisco ha llamado a vivir la misericordia porque “a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia” (Misericordiae Vultus, 9). La invitación del lema del Jubileo lo detalla, ser misericordiosos como el Padre (Lc 6, 36). Una de esas 14 obras que hay que practicar para encaminarse a este llamado bíblico es: sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
Ver a Jesús en el otro
No se necesita una encuesta minuciosa para afirmar que en Puerto Rico sobran vacantes para misioneros valientes y pacientes que practiquen esta obra en el entorno laboral, familiar, social o en el tráfico. Padre Juan Saliva, Párroco de La Merced de Ponce, dejó claro que urge la práctica de ese modo de vida cristiano para combatir el egoísmo y materialismo rampantes. Y enfatizó que para comprender, vivir y ejercer esta faena misericordiosa, tanto Oración como acción son claves.
“¿Cómo se vive esta obra? A través de Jesús. Es ver a Jesús en los demás. Punto. ¿Cuál es el defecto del otro? No lo sé, miro a Jesús. Como veo a Jesús, vivo lo que esa persona sufre. Hay que orar verdaderamente y movernos -del decir- a hacer, a actuar”, apuntó Padre Saliva.
Al parecer suele ser muy fácil observar, clasificar y enumerar los defectos ajenos. De hecho, caer en esta tentación es una práctica muy mal vista ante los ojos de Dios (Rm 2). Más bien, se trata de “pedir a Dios la paciencia para lidiar con los defectos de los demás y vivirla desde la cruz con intensidad”.
Acerca del materialismo y el egoísmo que llevan a la intolerancia sobre la base de creencias como “yo no tengo que cambiar” o “¿por qué mejor no me toleran a mí?”, dijo: “Yo, yo y yo… El prójimo, el próximo y con él es con el menos que se suele tener paciencia”. Ese próximo es el esposo, la hermana, la persona en la fila de la farmacia, el conductor justo al lado, la compañera de trabajo, la persona que está justo al lado en este momento o esa persona que tanto incomoda.
Vivir pacientemente con alegría será un contundente ejemplo que inicia un cambio que lleva a uno hacia dos caminos seguros: la conversión del hermano mediante el ejemplo o ciertamente el camino a la paz.
Relató que el Santo Cura de Ars tenía en su bolsillo un pañuelo que estrujaba cuando perdía la paciencia para poder controlar esas pruebas, pero sin la oración necesaria el ejercicio es en vano.
Una ciencia de paz
Por otro lado, sobre la virtud de saber esperar y comprender al prójimo, la psicóloga clínica Dra. Nilda Tarafa quien colabora con la Vicaría de la Familia de la Arquidiócesis y con Casa San Clemente explicó que las personas que suelen perder la paciencia con facilidad pueden estar inclinadas a controlar su entorno y lo que piensa o siente el otro. Reconocer la impaciencia y que se hace difícil aceptar las posturas contrarias es el primer paso, pero siempre el camino es la comprensión, la escucha y la empatía.
“Debemos abrirnos a comprender al otro. Cuando comprendes al otro no te desesperas, por lo tanto la paciencia se va dando simultánea cuando se respeta a la persona, cómo piensa, siente y actúa”, detalló la psicóloga.
La estrategia para lograr el estado paciente es la comprensión que se logra mediante la escucha del prójimo y la empatía con sus sentimientos que llevará al autocontrol, la prudencia y asertividad. Esto para nada significa que vamos a cambiar de posición, sino que va a cambiar la forma de ver y tratar al próximo. “Cuando entiendo y comprendo el defecto de esa persona es que puedo tener paciencia y misericordia con ella”, concluyó la Dra. Tarafa.
Paciencia que salva
Los que ejercen estas acciones misericordiosas Dios los reciprocará con su misericordia infinita (Mt 5,7). Jesucristo resumió los mandamientos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Demostración, prueba y reflejo del amor a Dios será ese amor al prójimo; un amor que proviene de Dios y se vive con el próximo. Las pruebas producen paciencia que lleva a la firmeza y esta produce “la esperanza que no falla” (Romanos 5, 4-5). Solo así se cumple el llamado de ayudarse mutuamente como hermanos y llevar las cargas (Gál 6, 2).
Cabe destacar que hay momentos en los que el prójimo se aparta de Dios, por lo que se debe emprender con paciencia, misericordia y caridad el consejo o la corrección: otras dos obras de misericordia.