“La Virgen Dolorosa, que lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo exterminadas por el poder humano”, escribió el Papa Francisco desde su cuenta de Twitter en septiembre de 2020. Es la Virgen María, quien mejor entiende el dolor de una madre que pierde a su hijo en la guerra, a manos del crimen organizado, por las drogas o por alguna enfermedad terminal.
Para dialogar y reflexionar sobre los dolores de la Virgen, este semanario contactó al Padre Kenneth Daniel Moore Irizarry, párroco de Nuestra Señora de los Siete Dolores del Barrio Padilla de Corozal. El presbítero pidió fijar la mirada en la imagen de la Virgen sufriente. “Hay un decir eclesial: el arte es la biblia de los pobres. Aquel que se acerca una imagen o vitral, puede leer un misterio que se intenta comunicar para ser catequizado”. Sobre la imagen de Nuestra Señora de los Siete Dolores, estableció algunas de sus características: “está al pie de la Cruz, sus ojos están vueltos a su hijo acompañados de lágrimas al ver el cuerpo lacerado de su hijo y el dolor. Esto es una ventana para entrar al misterio de María; que ella padece interiormente el martirio espiritual al ver a su hijo crucificado”.
Aunque no se puede medir el dolor de la Virgen con algo en concreto, se representa también con siete espadas que atraviesan su corazón. La Virgen no expresó verbalmente su dolor, pero con su silencio demostró su sufrimiento mientras su hijo era torturado hasta la muerte. Por eso, la representación artística en la imagen nos hace compadecernos ante su sufrimiento. Los dolores de María son fundamentados en la Sagrada Escritura, “excepto el cuarto dolor que responde más a la piedad popular”, aclaró padre Moore.
El primer dolor fue “la profecía de Simeón” (Lc 2, 34-35), donde al presentar a Jesús en el templo el profeta le dice a María que Jesús sería para algunos “piedra de tropiezo” y para otros “resurrección”, seguido por la profecía a María: “una espada te atravesará el alma”. El segundo dolor es la huida a Egipto (Mt 2, 13-21), donde la Virgen migra a tierra desconocida, parecido a quienes hoy día se ven obligados a dejar su familia y su patria para buscar un mejor porvenir. Seguido por la pérdida del niño Jesús que es hallado en el templo (Lc 2, 41-50).
El encuentro de la Virgen con Jesús de camino al Calvario (Jn 19, 17) no necesariamente está representado en la Biblia, pero sí forma parte gracias a la religiosidad popular. “Al ver el hijo que padece, participa con todas las mujeres que acompañan a sus hijos en el sufrimiento, de modo que ella jamás está distante y padece con él”. En la crucifixión de Jesús (Jn 19, 18-30) vemos cómo la Virgen y la Iglesia comparten la similitud de que se encuentran “junto al lecho del que sufre y padece”. Luego de María ver a su hijo morir en la Cruz, lo acoge nuevamente en su seno (Jn 19, 39-40), “como síntesis evangélica de que el mismo que fue depositado en su seno en la hora del nacimiento, es el mismo que expira en la Cruz por nuestra salvación”. Para finalizar con el dolor, al dar sepultura al cuerpo de Jesús (Jn 19, 39-42), María espera la resurrección y comienza a ser Madre de la Iglesia para siempre.
“Los dolores padecidos son dignos del amor de Nuestra Señora, expresión del amor materno que ella acoge dentro del plan de Dios como un don. María no quiso ser protagonista, pues tenía claro que el dolor por el que debía pasar era necesario para que su hijo cumpliera la voluntad del Padre, aunque quizás no fuera bien entendido en el momento. Hoy día los dolores de María no están ausentes, no se quedaron en el pasado. “Al ver ella un mundo en guerra, que lejos de querer menguar busca tener protagonismo y el no darle a Dios el lugar que le corresponde, sufre también su corazón materno”. Para finalizar, el presbítero de Corozal mencionó que “la Virgen invita – también – a no permanecer en el dolor, sino sanar las heridas a base del amor redentor” porque “todo dolor tiene una esperanza”. “Un hijo de María NUNCA perecerá”.
Jorge L. Rodríguez Guzmán
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