( Homilía Misa por las víctimas de París y Rusia y por la paz noviembre de 2015)


Queridos hermanos sacerdotes y diáconos, religiosas y religiosos, distinguidos cónsules, queridos hermanos y hermanas, todos en el Señor:

La maldad que habita en aquellos corazones humanos que han cerrado sus puertas al amor, los lleva a acometer todo tipo de injusticias y violencia hasta el extremo de quitar las vidas de personas inocentes, de personas de bien que andan divirtiéndose, vacacionando, compartiendo en restaurantes, volando en un avión, montadas en trenes, caminando y paseando por las calles.

El pasado 13 de noviembre veíamos escenas de dolor, desesperación, terror, caos, ruidos de disparos, gentes corriendo de lado y lado, y el triste conteo de cadáveres humanos. Eran personas inocentes, personas en familias, personas cuya existencia humana quedó tronchada por la maldad de algunos. Fueron muertes planificadas producto de la concertación de la maldad para sembrar dolor, llanto, terror y derramar sangre.

París ha llorado a sus víctimas como también las han llorado las naciones de donde procedían otras víctimas. Y, el pasado 31 de octubre, otro acto vil de terrorismo mató a224 personas, en su mayoría rusos al hacer estallar un avión en la península egipcia del Sinaí. Hoy nosotros, como cristianos y cristianas estamos aquí, para orar por el eterno descanso de las almas de todas estas víctimas a las que la muerte les tocó por sorpresa, para orar por los heridos, por los familiares y seres queridos de las víctimas. También vimos un ataque en Mali y al otro día Bruselas estaba paralizada debido a sospechas de actos de terrorismo. Alemania también se siente amenazada por un posible ataque. Y tantos otros lugares donde los tentáculos del terror se hacen sentir: Beirut, Irak, Pakistán, India, Centroáfrica, entre otros lugares. También queremos llorar y orar por las víctimas de terrorismo en estos lugares y por las víctimas de la violencia en todas las partes del mundo. Nuestra fe nos dice que no estamos ante el triunfo del odio, de la muerte y el terror, sino que estamos ante el desafío de prevalecer en el amor y en la paz de Cristo Resucitado.

Desde esta Catedral expresamos Nuestra solidaridad con Francia y Rusia por conducto del Hon. Antoine de Marsily, Cónsul Francés en Puerto Rico (representado en esta celebración por Madame Elizabeth Courtade); de la Hon. Anastacia Pavlovna Kitsul, Cónsul de Rusia. Y, como un gesto de solidaridad, también se han unido a esta celebración eucarística los cónsules: Hon. Andrea Arroyo Mora, Cónsul de Costa Rica; Hon. Orlando Arvisu Lara, Cónsul de México; Hon. Dr. Jesús Rafael Sevillano Ferráz, Cónsul de Venezuela. Sepan queridos cónsules de Francia y Rusia que en Puerto Rico nos solidarizamos con este dolor, que en Puerto Rico oramos por la paz en Francia y Rusia y que sabemos que estas naciones han sabido cómo superar grandes momentos de dolor y de tensión y que esta no será la excepción. Dentro de tantas escenas de dolor, Francia, a través de tantas expresiones de solidaridad y cariño del resto del mundo, se ha sentido querida y fortalecida porque la solidaridad es un sentimiento que fortalece. Y Rusia también está acompañada con nuestras oraciones y sentimientos de afecto y solidaridad.

Este ataque en París como ha dicho la Santa Sede por su portavoz, Padre Lombardi: “Se trata de un ataque a la paz de toda la humanidad que requiere una reacción decidida y conjunta por parte de todos para luchar contra la propagación del odio homicida en todas sus formas”. Es “una nueva manifestación de violencia terrorista sin sentido y de odio…”, y el Papa nos ha dicho que los atentados no tienen justificación religiosa ni humana. La violencia nunca hace sentido; el odio homicidio no trae paz, no resuelve nada. El terror es una contradicción al Evangelio de la vida. Y nosotros los cristianos y cristianas tenemos que actuar contracorrientes, es decir, no devolver violencia con violencia, sino hacer lo que hizo el propio Señor Jesucristo: afrontar las tentaciones con la oración; proponer el amor como signo distintivo de nuestra fe y ser artífices de paz.

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