El pasado sábado, 15 de octubre, a lLas 10:00 a.m., Ezequiel Rivera Burgos fue incluido al número de los diáconos permanentes en la Iglesia, luego de que le fuera conferido el Sacramento del Orden por imposición de manos del Obispo de la Diócesis de Arecibo, S.E.R. Mons. Alberto Arturo Figueroa Morales.
Sacerdotes concelebrantes, diáconos permanentes, religiosas, familiares, amigos y fieles de la mencionada parroquia se dieron cita para acompañar a Ezequiel y ser testigos de aquel momento de gracia.
A su lado caminó Rosalina Santiago en la procesión de entrada, con quien selló alianza matrimonial hace 37 años. Ezequiel es padre de 5 hijos y abuelo de 13 nietos.
Durante la homilía, el Obispo dio énfasis al ministerio de la proclamación y la predicación, una de las tareas principales de un diácono.
“Un servidor de la Palabra es eso, un servidor, y si es genuino servidor de la Palabra, sabe que no es dueño de la Palabra, y, por lo tanto, no se predica a sí mismo”, expresó.
Asimismo, dirigiéndose al candidato, advirtió: “No confunda humildad con descuido o con pereza; el que predica debe prepararse con diligencia a la predicación”, para mostrar, de este modo, respeto a la Palabra, a los oyentes y fidelidad a la misión.
“El verdadero servicio a la mesa de la Palabra requiere un corazón creyente, abierto a la asombrosa verdad de que Dios no está mudo, sino que ha querido hablarnos de mil maneras”, continuó el Obispo, destacando entre todas esas formas el Evangelio.
Por eso, invitó al futuro diácono, a quien llamó con cercanía y afecto en más de una ocasión “hermano”, a no abandonar la oración y la meditación para servir mejor a la Palabra, proclamándola y predicándola no sólo con palabras, sino con las obras.
En ese sentido recordó la importancia de la caridad hacia los más necesitados, socorriéndoles también desde la comprensión y la compasión.
Luego de la homilía, tuvieron lugar los momentos centrales del rito de ordenación, comenzando con el interrogatorio al elegido.
Después, el futuro diácono se postró en el suelo, y el pueblo oró de rodillas pidiendo la intercesión de los santos con el canto litánico que estuvo a cargo del cantante católico puertorriqueño Quique López.
Finalizadas las letanías, el elegido se acercó al Obispo y éste le impuso las manos en silencio; seguido, pronunció la Plegaria de Ordenación.
Puesto en pie, ya diácono, Ezequiel fue revestido con la estola diaconal y la dalmática, y recibió el libro de los Evangelios como signo, justamente, de la Palabra que debe proclamar y predicar a tiempo y a destiempo.
Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia fue el abrazo del diácono con su esposa, luego del saludo de paz del Obispo y sus hermanos en el diaconado. Fue un abrazo colmado de ternura mientras ambos lloraban, y que él coronó besándola con delicadeza en la frente.
Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante