“A donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”. Estas palabras de San Juan de la Cruz son el lema del nuevo Obispo de la Diócesis de Arecibo, S.E.R. Monseñor Alberto Arturo Figueroa Morales, quien tomó posesión de la cátedra el pasado lunes, 17 de octubre, a las 6:30 p.m. en la Catedral San Felipe Apóstol de Arecibo, sede de esta iglesia particular.
Junto a los obispos de las 6 diócesis de P.R. se encontraba, también, S.E.R. Mons. Ghaleb Moussa Abdalla Bader, Delegado Apostólico de Su Santidad en Puerto Rico; S.E.R. Mons. Álvaro Corrada del Río, SJ, Obispo Emérito de Mayagüez; S.E.R. Mons. Enrique M Hernández Rivera, Obispo Emérito de Caguas; S.E.R. Mons. Faustino Burgos Brisman, CM, Obispo Auxiliar de Santo Domingo; S.E.R. Mons. Jesús Castro Marte, Obispo de Higüey (Rep. Dom.).
Asimismo, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, fieles de la Diócesis de Arecibo y de diócesis hermanas, y autoridades municipales, entre ellos, el Hon. Carlos Ramírez Irizarry, Alcalde de Arecibo, legisladores y representantes de distrito.
La ceremonia de toma de posesión, acto con relevancia jurídica y litúrgica en la Iglesia, comenzó en la puerta principal. Allí esperaba el rector de la catedral, Revdo. P. Adrián Jiménez Ortiz, con un crucifijo en sus manos. A su lado, el Vicario General de la diócesis, Revdo. P. Jorge Virella. Frente a ellos, vestidos con hábito coral, se encontraba el Obispo electo y S.E.R. Mons. Roberto O. González Nieves, OFM, Arzobispo de San Juan, quien dio el saludo inicial. Mons. Alberto besó el crucifijo y, con agua bendita, se asperjó a sí mismo y a los que estaban cerca de él.
Desde ahí, se dirigieron en procesión hasta la capilla del Santísimo Sacramento donde Mons. Alberto adoró de rodillas el Misterio por un breve instante. Después, en pie de frente al pueblo, hizo profesión de fe y juramento de fidelidad donde luego quedó plasmada su firma.
Los obispos se retiraron de la iglesia y, minutos más tarde, iniciaron la procesión de entrada que presidió el obispo metropolitano.
Siguió la lectura de las Letras Apostólicas, a cargo del Delegado Apostólico. Las Letras Apostólicas son el documento oficial de la Iglesia Católica, firmado por el Papa, donde comunica la elección del obispo para la sede episcopal vacante correspondiente.
Al tiempo que se leía, el Revdo. P. Jorge Yamil Morales, Canciller de la diócesis, desde el altar mostraba a los presentes el acta. Luego de este momento, Mons. Alberto ocupó la cátedra episcopal y el Arzobispo le entregó el báculo pastoral como signo de que iniciaba ya en la titularidad de la diócesis.
Entonces, el Revdo. P. Jorge Virella dirigió al nuevo obispo un breve mensaje de saludo y bienvenida, y el Colegio de Consultores, representación del clero, religiosos, religiosas y seglares se acercaron para manifestar su obediencia y reverencia. En ese momento, también se acercó su señora madre, Gloria Esther Morales Cosme.
Continuó la Santa Misa como de costumbre y Mons. Alberto pronunció su primera homilía como Obispo de la Diócesis de Arecibo, en la que se le percibió cercano, sencillo y lleno de esperanza.
Ya desde el inicio, dejó ver su deseo de realizar su encomienda con la ayuda de otros cuando, reconociéndose necesitado de algunas cualidades para ejercer su cargo, dijo: “no dejará el Señor de darme más (cualidades) si se las pido con perseverancia y humildad, algunas no me las dará, pero me dará hermanos que las tengan y que me puedan asistir”.
“Ser obispo es una tarea hermosa y digna, es ser padre y pastor de una porción del rebaño del Señor, pero, como llevamos este tesoro en vasija de barro, da tranquilidad saber que el rebaño le pertenece al Buen Dios y Él vela por las ovejas y los pastores. Quizás de los pastores un poquito más porque si ellos, los pastores, son buenos, el rebaño estará bien atendido”, añadió.
Además, instó a sus hermanos en el episcopado a trabajar juntos en la “obra de sanación” de tantos hombres y mujeres heridos por diversas causas y aseguró que “es una batalla que podemos ganar unidos”.
También se dirigió a los sacerdotes, animándolos a obrar siempre desde la caridad, con cercanía y sencillez, comprensión y cortesía con todos.

De esta manera, a punto de finalizar la homilía, invitó a todos a colaborar en la noble tarea de la evangelización: “Los brazos del Obispo no bastan. Hacen falta todos: sacerdotes, diáconos, consagrados, laicos, familias, seminaristas, servidores del altar, catequistas, ministerios, movimientos y toda persona de buena voluntad. Busquemos lo que nos une: un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios, Padre de todos”.
Durante la comunión, el coro de la Diócesis de Arecibo entonó cánticos ligados a las fuentes de espiritualidad de las que Mons. Alberto se ha nutrido de forma especial. Magistralmente, sonó el Nada te turbe de la santa carmelita Teresa de Ávila y el tan conocido Hazme un instrumento de tu paz, atribuido a San Francisco de Asís.
Al final, Mons. Rubén dio su mensaje de bienvenida al nuevo obispo y Mons. Alberto agradeció a los presentes y a cuantos le han acompañado en su ministerio sacerdotal y episcopal.
Junto con la bendición final se escucharon los fuegos artificiales como otro signo de celebración por este acontecimiento.
Algunos datos adicionales
S.E.R. Mons. Alberto Arturo Figueroa Morales es el quinto obispo de la Diócesis de Arecibo, sucediendo a S.E.R. Mons. Daniel Fernández Torres.
Anteriormente, fungía como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de San Juan y Obispo Titular de Felbes.
Desde el año 2020, ha ejercido funciones como Secretario General de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña.
Es natural de Guaynabo, es terciario carmelita y tiene 61 años. En 1990 recibió la Ordenación sacerdotal, justamente, en la catedral desde la que hoy pastorea a la diócesis que le fue encomendada el pasado 14 de septiembre cuando se hizo público el decreto de la Santa Sede acerca de su nuevo nombramiento.
Perteneció a la Orden de Frailes Menores Capuchinos, donde ejerció funciones de viceprovincial y fue elegido maestro de postulantes y de novicios.
En su escudo episcopal se resumen los valores con los que se identifica y compromete. Tiene rasgos carmelitas como lo insinúa la forma general del blasón. Con la estrella quiere representar a María, llamada Stella Maris, así como la estrella que luce en el manto de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de la Diócesis de Arecibo. Una flor de lis, junto a la estrella, representa a San José y, al centro, el monograma que contiene las primeras tres letras griegas del nombre de Jesús. Estos tres juntos evocan, también, el Misterio de la Natividad del Señor.
Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante