El 29 de abril, como mucho júbilo, alegría y gratitud al Señor celebramos el 20 Aniversario de la Beatificación de nuestro primer Santo puertorriqueño. Aquel 29 de abril de 2001 fue un momento histórico para nuestra Iglesia en que un laico del pueblo de Dios, humilde y sencillo, era elevado a los Altares de la Iglesia en una ceremonia presidida por San Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro.
Sabemos que, en la Misa, las palabras de la consagración son el corazón de la Plegaria Eucarística. Precisamente, cuando San Juan Pablo II elevó su oración al Padre para que enviara su Espíritu Santo sobre el pan y el vino, para que se conviertan, por Su poder, en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo y para que aquellos que participan en la Eucaristía sean un sólo cuerpo y un sólo espíritu; todos los miembros de la Guardia Suiza se arrodillaron al mismo tiempo y saludaron con el saludo militar.
Concluida la Ceremonia, se le preguntó a uno de los miembros de la Gendarmería del Estado Vaticano y expresó: “Sabemos que es un momento sumamente importante. Nos arrodillamos llenos de devoción para darle la bienvenida a Cristo, Rey y Señor”.
La Eucaristía, predicaba Carlos Manuel Cecilio, “es la totalidad del misterio de Cristo, su persona, todo lo que Cristo es y todo lo que Cristo ha hecho y hace por nosotros. El Crucificado-Resucitado está presente en ella en toda su realidad humana y divina”.
Pablo E. Negroni
Para El Visitante