El suceso del 11 de septiembre de 2001 marcó la historia de la humanidad. El evento catalogado como un ataque terrorista sembró miedo e incertidumbre no solo en los Estados Unidos sino en el mundo entero. Cada vez, noticias como estas son más frecuentes en los medios de comunicación donde países en Medio Oriente, Colombia, Mali, Francia, Bélgica, Inglaterra, entre otros, han sido blancos de estos ataques.
De acuerdo con Iván Collazo Rodríguez, profesor de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, recinto de Ponce, cuestionarse qué es el terrorismo es una pregunta abierta, puesto que en los foros internacionales la definición suele ser ambigua y se presume que la gente ya conoce sobre el tema y cómo opera, cuando lo que saben no necesariamente es correcto.
“Estamos trabajando con un gran problema, es un gran signo de interrogación. La gente no sabe quién es”, expresó. Contrario a lo que se piensa, subrayó que son dos los tipos de terrorismo: el terrorismo adjudicado a la sociedad y el terrorismo de Estado (el que ejerce el Gobierno). “No es solo una actividad exclusiva de grupos disidentes, religiosos, fundamentalistas, sino que puede venir de todas partes”, precisó.
Autores señalan que la palabra comenzó a usarse a mediados del siglo 20, sobretodo en Europa. Como definición básica compartió que se puede señalar que este es el uso indiscriminado de la violencia con fines políticos. “Eso puede crear una desestabilización anímica o psicológica. Lo que señalan algunos autores es que los seres humanos son violentos y tratan de canalizar ese tipo de violencia a través de este tipo de actos. Y claro, es la canalización de esa violencia para una serie de fines políticos”, comentó.
Destacó que: “La gente no sale en los medios diciendo o afirmando que es terrorista. Opera de tal forma, que se cometen determinados actos en los que la gente sufre mucho emocional o anímicamente pero no siempre se tiene la certeza de quién los cometió y empiezan las especulaciones para tratar de atribuírselos a uno u otro grupo. No siempre existen grupos que se los atribuyan”.
En cuanto a los recientes atentados en Inglaterra dijo que se comenta que están relacionados con las elecciones. “Eso, entre otras cosas, va a aumentar el miedo, a generar una ira en el pueblo británico, obviamente a intensificar un discurso o una república anti musulmana”, explicó. Según Collazo, el desafío que tiene tanto África como Europa es que tanto el ateísmo como la religión musulmana están creciendo. Afirmó que aunque no es común realizar proyecciones futurísticas en las ciencias políticas hay quienes sostienen que dentro de 30 o 40 años la población musulmana o la atea serán las primarias.
Señaló que los ataques terroristas se caracterizan principalmente por su anonimato y por su impredecibilidad. Un ejemplo de ello lo fue el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre. Dado a que el terrorismo es un enemigo sin rostro, “es imposible de predecir, difícil de prepararse para ello ya que (por lo general) suelen ser ataques minúsculos con gran impacto en la psiquis de las personas, porque aunque muere una cantidad particular de individuos, son ataques simbólicos”.
De acuerdo con el profesor “hay que ver cuál es el propósito de crear ese temor, porque la gente cuando no está segura se inhibe de hacer cosas que de ordinario tendría otro tipo de respuesta”. Asimismo, expresó que a veces el Estado tiene sus propios intereses e ideas xenofóbicas, sexistas, entre otras, y articula acciones directas e indirectas para expresar ese tipo de pensamiento por lo que “hay que ver el terrorismo de uno y otro lado”.
Puntualizó que aún dentro de los señalamientos de los organismos internacionales y la propia academia todavía es un concepto que está poco elaborado. Al preguntársele cuál entiende que es el papel del terrorismo a nivel mundial indicó que es desestabilizar los gobiernos y los procesos democráticos pero también demonizar las disidencias políticas y religiosas. “Es como crear un monstruo para que la gente se mantenga pasiva o dócil”.
Por último, recalcó que su definición es ambigua y que “posiblemente reflexionemos mucho y no lleguemos a una conclusión lógica de sus motivaciones” motivo suficiente por la que “la precariedad de no saber con qué estamos lidiando se suma a la frustración del fenómeno”.