El centro de toda la vida de la Iglesia en la obra salvadora de nuestro Redentor, su Pasión, Muerte y Resurrección. Ese acontecimiento pascual se conmemora en la liturgia de la Iglesia de manera muy solemne en el Triduo Pascual, los tres días más importantes del año litúrgico. El Triduo comienza en la tarde del Jueves Santo hasta la tarde del Domingo de Resurrección.

Con la Misa vespertina del Jueves Santo comienza el Triduo Pascual, conmemorando la institución de la Eucaristía, del Sacerdocio y del mandamiento nuevo. En esta Misa se hace el lavatorio de los pies, conmemorando ese gesto de Cristo para con sus apóstoles. En esa Misa se consagran las hostias que se distribuirán en la celebración del día siguiente. El Cuerpo de Cristo se reserva en una capilla que tiene ese único fin: conservar el Cuerpo de Cristo para el día siguiente. Antiguamente se recordaba en esas horas a Cristo en el sepulcro, por lo que se le llamaba “sepulcro” o “monumento” al sagrario. Actualmente, atendiendo a la función del sagrario en ese momento, el nombre más correcto es el de lugar de la reserva (Cf. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia 141; Carta sobre las fiestas pascuales, 55).

Jesús sabia lo que le esperaba y lo comunicó a sus discípulos: el que iba a ser traicionado, negado y abandonado por aquellos q quienes lavó los pies y compartió el anticipo de su amor sacrificial por nuestros pecados, entregándose a si mismo a través del pan y el vino eucarísticos. Las guerras en el mundo son consecuencias de nuestros pecados: sed de poder, odios, envidias… A pesar de ellas Jesús no se cansa de amar y de mostrarnos su amor en cada Santa Misa. ¿Por qué no apreciar ese amor incondicional de parte de Jesús en aquel Jueves Santo y en cada Misa y ponerlo en práctica en la cotidianidad?

El Viernes Santo, el primer día del Triduo Pascual en sí, conmemoramos la Pasión y la Muerte de Cristo. No se celebra la Eucaristía, sino una liturgia especial llamada “Celebración de la Pasión del Señor”, que consiste en la liturgia de la Palabra, la adoración a la Cruz y el rito de Comunión. Cristo se nos dio en el Calvario y en la Eucaristía, y se sigue dando en su Iglesia a través de tantos sacerdotes que, a pesar del peligro, se exponen para llevar la Eucaristía y los sacramentos a sus feligreses. Aun en medio de violencia y bombas; aun en medio de derrumbes de casas, edificios y templos, la Iglesia sigue presente en los religiosos, religiosas y fieles laicos en medio de la necesidad. Acompañemos a Jesús caminando con Él hacia el Calvario en unión a tantas victimas de los conflictos bélicos que, como Jesús, sufren injustamente. 

El Sábado Santo es el segundo día del Triduo Pascual: Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos, y esperando, en la oración y el ayuno, su resurrección (Carta sobre las fiestas pascuales 73). Pueden ser expuestas en la iglesia…la imagen de Cristo crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ya que ilustran el Sábado Santo (Ib 74). 

Antiguamente a este sábado se le llamaba “Sábado de Gloria”, pues las festividades pascuales se adelantaban a la mañana de este día. Desde la reforma del Papa Pío XII (1955), la celebración de la resurrección del Señor se celebra en la noche que va desde el sábado hasta el Domingo de Pascua. El termino Sábado de Gloria es obsoleto y no refleja la identidad propia del Sábado Santo, en donde permanecemos junto al sepulcro de Jesús. El Hijo de Dios murió y fue sepultado. ¿Por qué no acompañar a Jesús acompañando a tantos muertos en Ucrania y en otros lugares en donde actualmente también hay guerras, como en Afganistán, Argelia e Israel-Palestina?

Domingo de Resurrección: El tercer día del Triduo Pascual comienza a ser celebrado en la Vigilia Pascua, la “Madre de todas las Santas Vigilias” (Cf. CCFP 77) con el canto del Pregón Pascual, las lecturas y salmos de la Liturgia de la Palabra, la renovación solemne de las promesas bautismales (y la celebración del Bautismo y la Confirmación – en el caso de haber catecúmenos) y la celebración de la Memorial de la Pascua. La Misa del Dia de Pascua es el día que hizo el Señor (Sal; 117, 24) en donde celebramos la victoria definitiva de Cristo sobre la muerte. Se trata del “domingo de los domingos”, el domingo más importante del año, el que da sentido a los demás domingos. Con el rezo de las II Vísperas de Pascua finaliza el Triduo Pascual.

Con esta celebración comenzamos el Tiempo Pascual, tiempo de gozo y de esperanza. Las guerras, a pesar de sus injusticias y muertes, no tienen la última palabra, pues Cristo resucitó del sepulcro, está vivo y nos llama a la vida pascual. Oremos por la paz y seamos testigos de la paz del Señor, anticipando la plenitud de la Pascua en el mundo. 

P. Miguel A. Trinidad Fonseca

Para El Visitante

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