Simplemente es inevitable e ineludible. Tarde o temprano llega el encuentro ante este acontecimiento natural. San Francisco la llamaba la hermana muerte y frente a este momento, “el enigma de la condición humana alcanza su cumbre”, (Gaudium te spes, 18). Es el final, pero solo de la vida terrenal porque en ese momento “Dios llama al hombre hacia sí”, (Catecismo, 1011).

Para P. Juan Luis Negrón Delgado, doctor en teología moral, Decano de Colegio de Artes y Humanidades de la PUCPR y Párroco de San Esteban Protomártir en Cayey-Caguas, se ha intentado maquillar la muerte y se ha intentado sacar a los enfermos del hogar para que mueran en el hospital. Pero, antes no era así. Cuando se sabía de la muerte inminente, “el enfermo moría tranquilo en su casita, acompañado de los suyos, con el caldo de gallina”.

Además, sostuvo que: “San Juan Pablo II, que fue profesor de teología moral, decía que la vida es un don y la muerte es un acontecimiento natural. Significa que la muerte es consustancial al ser humano, es parte de las etapas que vive”.

Ante la premisa de que todos tenemos miedo a una muerte dolorosa, dijo que el dolor es parte de la vida desde el primer segundo cuando se nace. “Cuando el ser humano nace llora, es un llanto necesario para que respire. El dolor va a venir porque es el reto para ir madurando en la vida”, puntualizó. Como el estudiante que cuando asume una carrera, sabe que pasará sacrificios y dolor para llegar a la meta.

Sobre el dolor físico, dijo que la medicina se ha encargado de irlo superando poco a poco con tecnología, analgesia, medicamentos y terapia. Pero, por el contrario, dijo que hay un dolor de índole espiritual que es muy profundo. “Es el dolor del amor, del servicio -afirmó Padre Juan Luis-. Es como un momento de entrega que luego tiene su fruto. No es que estamos glorificando el dolor, no es un dolor masoquista. Eso no es digno para el ser humano. Estamos hablando de un dolor propio de la vida humana”.

Ya lo dicta el Catecismo (1013) de manera muy clara: “La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designo divino”. Fue en la experiencia de la Encarnación de Jesucristo, que asume toda naturaleza humana, menos en el pecado, y en esa naturaleza asumió la muerte. 

Así versa el Credo cristiano: Creo en la Resurrección de la carne. Al final, cómo ocurrirá es un misterio que sobrepasa la imaginación y el entendimiento. ¿Cuánto será? en el último día (Jn 6, 39-40). Finalizó Padre Juan Luis: “Para nosotros los creyentes es una transformación. No es el final o una desaparición, es una transformación”.

Enrique I. López López

e.lopez@elvisitantepr.com 

Twitter: @Enrique_LopezEV

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