La Asamblea de Aparecida convocó a la Iglesia que peregrina en América y el Caribe a un estado de misión permanente. Este año se celebra el centenario de la Carta Apostólica Maximum Illud del Papa Benedicto XV. La misma urgía a concientizarnos de la necesidad de la Misión Ad Gentes. Igualmente se celebra este año un importante encuentro latinoamericano sobre las misiones.
Nuestra Diócesis está comprometida con el llamado a la misión permanente hecho por Aparecida. El pasado año iniciamos un Curso de Misionología que concluye el sábado 20 de enero. La pausa obligada que provocó el huracán nos retrasó un poco en su desarrollo que llega a feliz término. Nuestras parroquias han estado inmersas en la realización del censo para conocer con mayor certeza la realidad y situación de nuestras comunidades. También este esfuerzo se ha visto afectado por las secuelas del huracán. Esperamos que los próximos meses aquellas comunidades rezagadas culminen el mismo. Ha sido de hecho un factor enriquecedor en estos meses de grave dificultad haber tenido datos precisos y actualizados de la realidad de nuestras comunidades.
La Comisión de Misión Permanente de la Diócesis, con el aval del Consejo Presbiteral y el apoyo del Obispo ha pedido a las comunidades parroquiales la creación de una comisión parroquial de misión. La misma sería responsable de emprender y coordinar las acciones evangelizadoras en cada comunidad. Serían igualmente el enlace con la Comisión Diocesana. Esperamos que cada comunidad tenga ya designada esta a principios de la Cuaresma que se aproxima.
Esta semana vuelve a reunirse la Comisión Diocesana de Misión Permanente. Tenemos en agenda el desarrollo de las misiones cuaresmales. Hay un proyecto en ciernes para los próximos meses, que una vez expuesto y aprobado daremos a conocer oportunamente. Es imprescindible que tanto los agentes de pastoral como los fieles seamos conscientes del compromiso y responsabilidad que nos compete. Como ya señaló Aparecida es necesaria una conversión pastoral que implica revisar, renovar y transformar nuestras estructuras. Algunas de hecho caducas.
Tanto los agentes de pastoral como los fieles hemos de disponernos a afrontar los desafíos de la evangelización inmersos en ambientes hoy descristianizados y secularizados. Ya no son válidos criterios aplicados a ambientes de antigua cristiandad. Creer que estamos en una sociedad mayoritariamente creyente es ilusorio.
El anuncio kerigmático es hoy imprescindible. La fe nace de un encuentro personal con Jesucristo vivo en su Iglesia. Reconocerlo y amarlo en la Eucaristía, en la Palabra, la oración personal y comunitaria es un clamor que brota de un corazón enamorado de Jesucristo. La clave radica en reencontrar, redescubrir, el amor de Dios. Una carencia fundamental en muchos hoy es precisamente desconocer cuánto Dios les ama. Los que hemos conocido su amor somos testigos y proclamadores de esta gran noticia, Dios te ama.
El seguimiento de Cristo no es cuestión de cumplir normas, leyes, reglamentos. Es ante todo vivir inmerso en la experiencia de un amor incondicional. Mostremos nosotros creyentes el rostro de un Padre misericordioso que nos acoge aun en medio de nuestra miseria y fragilidad.
Ha sido un anuncio fecundo la sonrisa y aceptación con que muchos hermanos nuestros han padecido la precariedad y tragedia de los pasados meses. Los más pobres y desamparados que proclaman, gracias a Dios por la vida. Aprendamos de ellos a vivir abandonados en el amor misericordioso de Dios.
(P. Edgardo Acosta Ocasio | Vicario de Comunicaciones)