MONS. ROBERTO OCTAVIO GONZÁLEZ NIEVES, OFM – ARZOBISPO DE SAN JUAN DE PUERTO RICO


Estimado Santo Padre, hermanos y hermanas sinodales:

Nos referimos a los números 122 y 123 del Tercer Capítulo del Instrumentum Laboris(1) acerca de la posibilidad que los divorciados vueltos a casar civilmente pudiesen acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía después de un camino penitencial.

Primero que todo, afirmamos nuestra adhesión en la S. Escritura y la Tradición que afirman el valor sacro y fundamental de la familia y del matrimonio como signo eficaz de la presencia de Cristo indisoluble(2). Segundo, confirmamos nuestra adhesión como Iglesia peregrinante en Puerto Rico a la Iglesia universal y nuestra adhesión a las determinaciones del Santo Padre.

Se ha estado haciendo común en algunos lugares, como en Puerto Rico, que muchos de los divorciados vueltos a casar civilmente hagan la fila para recibir la comunión. En vez de esta, con los brazos cruzados hacia su cuello, con la cabeza inclinada como pecadores públicos, piden la bendición del sacerdote, diácono o ministro extraordinario de la eucaristía; no les basta la comunión espiritual. Este gesto nos interpela y nos sugiere algunas cosas: manifiesta un deseo de la comunión sacramental y se humillan delante de la comunidad haciendo evidente ante todos su situación irregular; como diciendo: ¡Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa!

Los demás fieles reconocen en ellos a los hermanos y hermanas necesitadas de la misericordia divina y de la comprensión de los demás. Saben que no pueden momentáneamente acceder al sacramento eucarístico. No se escandalizan, antes bien rezan por ellos y los aceptan en la comunidad sin discriminaciones. Estos representan una minoría de los divorciados vueltos a casar civilmente ya que nuestra experiencia nos dice que lamentablemente la mayoría de éstos vivían alejados de la Iglesia antes del matrimonio, durante el matrimonio y lo siguen haciendo después del fracaso matrimonial.

Es claro que aquí hay un conflicto de valores sagrados: la indisolubilidad matrimonial, la dignidad humana y la salvación. Nosotros como pastores, ¿les estamos facilitando todos los medios espirituales, jurídicos y pastorales para ayudarles a resolver este conflicto? La Iglesia por vocación y misterio(3) está llamada a acompañarles y a ayudarles iluminando sus conciencias a la luz de la misericordia de nuestro Señor Jesucristo(4) que a vino rescatar lo que estaba perdido(5), a facilitar un encuentro misericordioso y respetuoso que salve(6); que les de un nuevo horizonte y sentido decisivo a su existencia(7).

Los medios que hasta ahora hemos proporcionado(8) tales como: separación material de la pareja actual o vivir como hermanos, son en la mayoría de los casos incompatibles con la realidad humana que es altamente compleja y frágil. Con esta posición, no les estamos facilitando un encuentro pleno con Jesucristo. Recordemos que la moralidad nace de un encuentro y se alimenta del encuentro progresivo e íntimo de conversión y madurez cristiana.

Queremos presentar las siguientes dos propuestas conscientes de que proponer no es faltar a la verdad, que proponer es entrar en diálogo ante la complejidad de la realidad pastoral y que la salvación de las almas es la suprema Ley.

1. Queremos proponer que los divorciados vueltos a casar civilmente puedan entrar en el “orden de los penitentes” a través de la participación de los “lugares de encuentro con Jesucristo”. Un camino gradual y proporcionado que los lleve a pasos cada vez más profundos y sinceros en la vida moral de fe(9). Un camino que nos exigirá discernimiento y algunas matizaciones. Aparecida(10) nos propone como lugares de encuentro con Jesucristo la Sagrada Escritura (n. 247-48)(11), la oración personal y comunitaria, (n. 255), la Sagrada Liturgia (n. 250), la Eucaristía (n. 251) y el sacramento de la Reconciliación (n.254).

De éste último hemos perdido la perspectiva que es el auxilio más dinámico en la vida del cristiano y no solo un acto jurídico de borrar los pecados, sino que es el sacramento que acompaña en el camino de la conversión, de liberación, de purificación progresiva y de fortalecimiento del propósito de enmienda(12). Podríamos pensar y lo proponemos a su consideración, que el propósito de enmienda, el cual, después de un camino penitencial, honesto y acompañado, sea entendido en estos casos particulares y extraordinarios, que el o los penitentes se propongan vivir en fidelidad afectiva y efectiva en esta nueva pareja. No queremos afirmar un divorcio sino un proceso de conversión vivido en etapas de madurez en la fe, fundamentado en la intención recta y sincera del corazón.

El camino penitencial introduce a estas parejas en el juicio de la cruz, con un corazón humillado que Dios no desprecia(13). Les proporcionaría una nueva oportunidad, un “segundo bautismo”(14). La moralidad de estas parejas puede tener su vértice cuando en el sacramento de la conversión o Penitencia les podemos ayudar a resolver su conflicto de valores(15), asumiendo la responsabilidad de condición de vida que no puede volver atrás, consolidando su conciencia y favoreciendo el primado de la persona, sus relaciones morales ineludibles y su salvación.

Como cuando hacen la fila de la comunión y sólo reciben una bendición, podrían entrar al confesionario y hablar al sacerdote de su vida, y al final, recibir una bendición, que no es equivalente a la absolución. Esta acción les permitiría mantener un dialogo constante con los ministros acerca de sus propias vidas y, al mismo tiempo, recibir iluminación, consejo y apoyo.

Hermanos y hermanas, el Papa Francisco nos recuerda que Jesús abraza el pecado así y tal como se le presenta, “no da una lista selectiva de quién sí y quién no, de quienes son dignos o no de recibir su mensaje, su presencia”(16) . Jesús no se negó al encuentro, antes bien, “Lejos de esperar una vida maquillada, decorada, truncada, la abrazó como venía a su encuentro. Aunque fuera una vida que muchas veces se presenta derrotada, sucia, destruida(17).

Sin entrar en la responsabilidad moral con los hijos, ¿sería justo que una pareja abandone su conyugue con el pretexto de así poder vivir la castidad? ¿Dónde dejamos la dignidad y la responsabilidad hacia la persona a abandonar? Si creemos en la eficacia del sacramento penitencial como sacramento de la conversión, entonces, ¿por qué negarlo a alguien a quien queremos conducir al encuentro con el Señor que lo puede convertir?

Ante los divorciados vueltos a casar que quieren vivir una vida honesta en la fe, salgamos al cruce de su camino como nos manda el Maestro con el “óleo en las manos que calma las heridas y restaura el corazón”(18) , anunciemos que “las equivocaciones no tienen la última palabra en la vida de una persona”(19). Así comentaba el Santo Padre en la misa de canonización de San Junípero Serra.

Este camino penitencial y con renovado propósito de enmienda estos hermanos y hermanas tendrán las condiciones de posibilidad para que extraordinariamente puedan asumir progresivamente los dones de Dios y sus exigencias(20). Esto conlleva a que en el camino penitencial estos hermanos y hermanas reanuden su unión eclesial a través de la Eucaristía, cuando las condiciones que la Iglesia establezca se verifiquen. No será un premio porque son buenos, sino que será su fuerza en la debilidad, como pecadores que somos todos será su perdón, y viático que los ayudará a andar, a caminar(21). El pan eucarístico es medicina para el alma, y quien tiene una herida busca la medicina, dice S. Ambrosio(22).

2. La segunda propuesta tiene como finalidad ser una vía media entre la anterior propuesta y la realidad actual. De este Sínodo proponemos que salga un programa de reestructuración de lo que conocemos como la Dirección Espiritual. Un proyecto que asuma guías más precisas y compasivas para afrontar este reto a nivel diocesano y parroquial.

Muchas gracias, ¡Paz y Bien, y Santa Alegría para todos y todas!
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1. Cf. Sínodo de los Obispos, XIV Asamblea General Ordinaria 2015, Instrumentum Laboris, n. 122-123 (17/12/2014); Sínodo de los Obispos, III Asamblea General Extraordinaria, (18/10/2014), Relatio Synodi n. 51-52.
2. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n.1613-1614.
3. Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium (21/11/1964) en AAS 57 (1965), 5-71.
4. Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual (7/12/1965) 22, en AAS 58 (1966), 1037. 5. Cf. Lc 15, 11-32.
6. Cf. 1 Tim 2,3-4. “En esto consiste la vida eterna: en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesús el Mesías” (Jn 17,3).
7. cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 1 (2005), in AAS 98 (2006), 217.
8. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 84, (1981) en AAS 74. (1982), 184-185.
9. Ibídem, 9, 90.
10. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, (2007).
11. Cf. Hb 4,12.
12. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1423, 1426. 13. Cf. Sal 50,17.
14. Cf. FRANCISCO, Audiencia General, (13/11/2013).
15. Indisolubilidad matrimonial, dignidad humana y la salvación de sus almas.
16. FRANCISCO, Homilía santa misa y canonización del Beato Junípero Serra, (23/9/2015).
17. Ibídem.
18. Ibídem.
19. Ibídem.
20. Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 9, (1981) en AAS 74, (1982), 90.
21. FRANCISCO, Homilía para la misa de Corpus Christi (04/06/ 2015).
22. AMBROSIO, S., De Sacramentos 5,25 (SC 25 bis, 132-135).

 

 

 

3 COMMENTS

  1. Sr, Honorable Obispo estoy de acuerdo a su carta, y sugiero que se evalúen las formas de anulación matrimonial a los divorciados, SE oriente sobre el asunto, en las comunidades parroquiales.

    Bendecidos Sean

  2. San Agustin fue un gran pecador y tengo entendido que dejo su mujer e hijo para seguir a Cristo. Creo que eso es entender el gran amor que Dios nos tiene y con desiciones como esa apostar a la confianza en que cuando hacemos las cosas como Dios ensena y manda El
    dispondra todo para bien de los que ama.

  3. Yo soy divorciada y regrese a la Iglesia Católica luego de muchos años. Conocía y conozco muy poco de la Palabra. Pero tengo muy viva y presente esta Palabra del Señor: “Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” Mateo 19, 6. También el Señor dice en las escrituras que ” todo el que repudia a su mujer – excepto en el caso de fornicaciones – la expone a cometer adulterio y el que se casa con la repudiada comete adulterio. ” ¿acaso no es esta la Palabra de Dios, el mandato de nuestro Señor? Yo entiendo que hay muchos matrimonios con hijos, familias ya con nietos que necesitan y desean recibir los sacramentos. Personalmente conozco varias. Si estoy de acuerdo con que sea más accesible la nulidad ya que en muchos casos que conozco personalmente, entiendo es meritorio; pero es un asunto muy delicado. La preparación para el matrimonio y el compromiso entre las parejas es lo que esta fallando inmensamente. El enemigo está furioso destruyendo la base de nuestra iglesia y de nuestra sociedad, torciéndole todo desde las necesidades del individuo, la familia, la búsqueda incesante de comodidad y placer, distracciones cada vez mas ruidosas y compañías no muy saludables. No importa lo que decidan presentar los obispos, porque mi alma se ha aturdido con algunas expresiones que he escuchado; sino lo que hay en nuestro corazón como católicos. En quien vamos a poner nuestra fe. A quien vamos a creer. Yo quiero con todas las fuerzas de mi corazón y pido a mi Señor que aumente mi fe, porque me abrazo a Su Palabra y a Su enseñanza. Señor, que no seamos confundidos. Amen.

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