Fueron, al menos, 275 parejas que dijeron que sí. Dijeron en bloque que creen en el matrimonio tradicional como una relación seria, que se debe trabajar y subir al máximo de su realización. En ese punto, como salida, eso que llamamos matrimonio natural, coincidimos todos. En los varios niveles en que se considera esta relación destacamos el inicio, el punto de partida. Es un testimonio ante los que tristemente consideran el matrimonio como un mero contrato de mi voluntad, algo desechable, que utilizo mientras me conviene.

Y sucedió en el ambiente ecológico e histórico del Jardín Botánico y Cultural de Caguas. La verde naturaleza, pintura directa del Creador de ese escenario, enmarcó esa bonita decisión el 27 de agosto. Renovación Conyugal, dedicada a acompañar al máximo de crecimiento a los casados de este país, celebraba sus 40 años de trabajo. Y este fue un buen regalo, un esplendente racimo de flores del sí de amor.

Nuestra compañera Brenda Santos lo describía así: “Por cada rincón de ese jardín cagüeño revoleteaba el valor de la gratitud. Gratitud por amar y permitir amar. Gratitud por una obra que permite mirar las debilidades más escondidas de la persona amada y celebrar las fortalezas nunca antes descubiertas, para comenzar una nueva vida desde ese descubrir y perdonar. Escenas de amor y compromiso se pasearon por el valle, parecidas a aquella promesa de amor que recita “desde la salud y la enfermedad” todos los días de mi vida, a través de la fragilidad del ser amado en sillas de ruedas, protegido por su amada escudera. Nos sorprendieron historias de vida como la de una pareja con 72 años que al escucharlos todos nos quedamos admirados por su valentía de querer estar para querer”.

Y el marco, a pesar del intenso calor veraniego, fue de alegría. Dicha de haber escogida esta misión, y de gritarle al mundo que no cree: “Estoy casado, ¿y qué?”

(Padre Jorge Ambert)

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