Decíamos que para lograr una mejor entrega sexual tener en cuenta sus cualidades.  Hasta ahora mencionamos: actividad, con deseo, con placer.  Añadimos, para terminar, otras dos más: con espontaneidad, y con abandono.  Y así son cinco.

La espontaneidad va contra lo ritual, lo prefijado por calendario como el que va a misa porque es domingo, la repetición del mismo libreto: una, dos, tres, y ya… Es posible que algo de eso suceda, pero no siempre. El amor surge libre, su manifestación brota de lo que el corazón impulsa.  Esa espontaneidad y frescura puede sugerir lugares diversos para el encuentro, posturas, sorpresas agradables tanto de parte de el como de ella. Claro, sin llegar a excentricidades, como el que vestía de Superman para imaginar que iba a liberar a su cautiva de los malos del punto…

La espontaneidad habla de frescura, variedad.  Uno de los peligros de la pareja es que, sin darse cuenta, conviertan la vida matrimonial en carga y responsabilidad: cuidar niños, trabajar por más dinero… Y olvidan las etapas románticas del comienzo.  Es bueno para la pareja darse sus escapadas, como hacían cuando eran novios y lo padres no estaban tan contentos… Una escapada para un momento sexual inesperado ayuda a combatir la rutina.  La rutina desgasta.  Una entrega sexual, que es siempre lo mismo, llega el momento en que aburre, cansa, no se desea, es carga odiosa.

Y a esta libertad  para crear, para inventar sorpresas agradables, inesperadas, añadir que sea con abandono.  Esto simplemente quiere decir que te olvides de todo lo demás. Desaparece la tarea que debes preparar para el día siguiente, el pensamiento de lo que la maestra pidió al nene para mañana, la lista de encargos clavada en la nevera.  No.  Estoy para esto y solo para esto.  Todo el mundo exterior desaparece, no existe.  Lo único que existe es: mi amado es para mi y yo soy para mi amado.  Con gracia recordaba una pareja lo que les dañaba el momento cuando ella de repente exclamaba   “no puedo, si no apagas la luz”.  O cuando mirando al techo le recordaba ‘”el techo se nos quedó sin pintar”. Es como la escena en la película West Side Story en que el galán, subyugado por la visión de María, solo veía ante sus ojos la figura de ella, olvidándose de la multitud que bailaba alrededor en el pub.

Y alguien me preguntará: ¿por qué toca este tema? Sencillamente porque no queremos dejar en el vacío el plan de Dios.  La vida sexual es parte muy importante, aunque no la única, de la mejor realización de un matrimonio.  En el día final el Señor le preguntará a cada uno:  “en tus manos puse a esta tu pareja, para que la hicieras más de lo que ella en si era, para compartir con esa persona lo bello y también lo duro de vivir casado, para sentir plenamente la unión mutua.  ¿Cómo lo has cumplido?  Porque si no te interesa el crecimiento en todo lo que conlleva vida matrimonial, me has frustrado a mi, y se han frustrado ustedes dos”. 

La vida en virginidad consagrada es necesaria y goza de un gran valor en nuestra comunidad de fe.  Por eso, renunciar al ejercicio pleno de tu sexualidad es meritorio, porque no renuncias a una basura, sino a algo muy valioso.  Pero esa es la tarea de los consagrados en vida célibe por todo lo que anuncian del mensaje cristiano, que aguarda el momento cuando ‘solo estaremos con el Señor’.  Pero esa no es la vocación de los casados.  Su vocación, tan necesaria y valiosa como la otra, es también una consagración para una tarea diferente.  Y en esa tarea la vida sexual sana, gozosa, recompensante, es también tarea divina.

Padre Jorge Ambert, SJ

Para El Visitante

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