Llega una pareja a mi oficina y la esposa me pide que le diga a su marido que no puede ingerir alcohol en las fiestas. Para enfrentar estos retos familiares y devolver la paz a la familia, el Sagrado Corazón de Jesús, en su infinito amor, nos concede la segunda promesa: “Introduciré la paz en sus familias”.
Qué triste es un hogar donde existen la sospecha y las discusiones. La sospecha es como la fiebre del cuerpo, signo de enfermedad. Desafortunadamente, la falta de paz puede llevar los miembros de una familia al remolino de distracciones, que al final conducen a más tristezas y la falta de paz.
La vida es más agradable en un hogar armonioso, donde se aprende a vivir en paz. Estos hogares hay que construirlos. Tenemos que enseñar a los hijos a comportarse y tratar a los demás para construir la paz. Para reaprender cómo reconstruir la paz familiar revisemos cinco medidas.
La primera es respetar. Debemos tener claro cuáles son nuestros derechos y los de los demás. El respeto aumenta cuando reconocemos la dignidad de otras personas como Templos del Espíritu Santo. (Cf 1Cor 6, 19) Reconociendo el valor de la vida humana, desde principio a su fin natural, hecha a imagen y semejanza de Dios, (Cf. Gn 1, 26) reconstruimos también la paz.
La segunda es vivir con generosidad. En los años 30, cuando no había comedores escolares, mis abuelos permitían que dos compañeros de clase, distintos cada día, acompañaran a mi padre a almorzar a casa. Así aprendió a compartir. Los jóvenes deben ver el ejemplo de cumplir con el “amor al prójimo”, (Cf Mt 22, 39; Mc 12, 31; Lc 10, 28) para construir la paz.
La tercera medida es practicar la cortesía. El que es cortés sabe que no es el centro del mundo, piensa en las necesidades de los demás. La cortesía conlleva tener dominio de sí mismo, guardando palabras o comportamientos inapropiados. Viviendo la cortesía en el hogar, habrá más paz.
Las tres anteriores nos llevan a amar. San Juan nos invita a sentir amor, porque el que ama es de Dios (cf 1Jn 4,7) El Sagrado Corazón de Jesús, por su infinito amor fue abierto, (cf Jn 19, 34) dio la vida por nosotros, para que tuviéramos vida en abundancia. (cf Jn 10, 10)
La quinta medida es poder perdonar. Recordemos que en el Padrenuestro decimos: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos”. (cf Mt 6, 12) Se nos perdona en la medida en que perdonamos. El perdón nos conduce a la paz.
Con todas estas medidas, el Sagrado Corazón de Jesús, nos conduce a tener paz en nuestras familias.
Natalio Izquierdo, MD
Para El Visitante