Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin cesar.
Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen María el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplía un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina; seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad. Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos. Con la intervención de Dios, se han visto y oído materialmente.
En el siglo IV, el arte religioso los representó con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina.
En la Biblia son representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un “ser que parecía varón” -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él (Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuentes las apariciones de ángeles.
La acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento y también en la vida de Nuestro Señor, Jesucristo, en la Carta de San Pablo, en los Hechos de los Apóstoles (la milagrosa liberación de San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel), entre otros pasajes.
Los ángeles nos acompañan a lo largo de la vida y nos conducirán, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. El arcángel Rafael dice a Tobías: “Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor”, (Tob 12, 12 – 16). Ellos nos animan a ser buenos pues ven el rostro de Dios y el nuestro. “Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente”, (Lucas 15, 10).