Tomando prestadas las palabras del Papa Francisco pronunciadas el 1 de enero del año pasado, te invito a que inicies este nuevo año bajo la maternal protección de la Santa Madre de Dios, en el signo de la Madre.

La mirada materna es el camino para renacer y crecer. Las madres, las mujeres, no miran el mundo para explotarlo, sino para que tenga vida. Mirando con el corazón, logran mantener unidos los sueños y lo concreto, evitando las desviaciones del pragmatismo aséptico y de la abstracción. Y la Iglesia es madre, es madre de este modo, la Iglesia es mujer, es mujer de este modo. 

Por eso no podemos encontrar el lugar de la mujer en la Iglesia sin verla reflejada en este corazón de mujer-madre. Este es el puesto de la mujer en la Iglesia, el gran lugar, del que derivan otros más concretos, más secundarios. Pero la Iglesia es madre, la Iglesia es mujer. Y mientras las madres dan la vida y las mujeres conservan el mundo, trabajemos todos para promover a las madres y proteger a las mujeres.

Cuánta violencia hay contra las mujeres. Basta. Herir a una mujer es ultrajar a Dios, que tomó la humanidad de una mujer, no de un ángel, no directamente, sino de una mujer. Y como de una mujer, de la Iglesia mujer, toma la humanidad de los hijos.

Al inicio del nuevo año pongámonos bajo la protección de esta mujer, la Santa Madre de Dios que es nuestra madre. Que nos ayude a conservar y a meditar todas las cosas, sin tener miedo a las pruebas, con la alegre certeza de que el Señor es fiel y sabe transformar las cruces en resurrecciones. 

También hoy invoquémosla como lo hizo el Pueblo de Dios en Éfeso. Nos ponemos todos en pie, mirando a Nuestra Señora, y como hizo el pueblo de Dios en Éfeso, repetimos tres veces su título de Madre de Dios. Todos juntos: “Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios”. Amén.

Padre Obispo Rubén A. González Medina, cmf

Obispo de la Diócesis de Ponce

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