En su introducción, el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia Católica, señala la imperiosa necesidad de construir con amor una sociedad que atienda a todos los necesitados. Señala, citando la Carta apostólica de Juan Pablo II, Novo MIllenio Inuente (2001): “¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quien está condenando al analfabetismo, quién carece de la atención médica más elemental; quién no tiene dónde cobijarse?” Nos dice además, que el amor cristiano está llamado a denunciar, proponer y comprometerse con lograr atender estas situaciones, de forma solidaria. Es un deber cristiano promulgar todo aquello que se oriente al verdadero bien de la humanidad, no solo de hoy, sino también del mañana (CDSI 5-6).
El Catecismo de la Iglesia Católica (Núm. 2288), enseña que la vida y la salud son bienes preciosos recibidos de Dios y como tales deben ser custodiados por la sociedad. Para hacerlo hay que considerar todas las condiciones que nos permiten crecer y madurar como seres humanos: alimento y vestido, vivienda, cuidados de salud, educación y asistencia social. Un modelo de salud, por lo tanto, requiere no solo enfocarse en los cuidados médicos, sino en todos aquellos factores que contribuyen a que el ser humano se realice. La salud es un derecho humano de todas las personas y responde a su dignidad.
El Papa Francisco considera que la salud es un aspecto, en el cual, la “cultura del descarte” alcanza su punto más alto. Es por eso que afirma que el enfermo y el respeto a su dignidad y derechos deben estar en el centro de todo modelo de salud. Desde su punto de vista, la salud no puede privatizarse, excluyendo a los pobres. En su discurso ante la Asociación Religiosa de Institutos Sociales y Sanitarios celebrada el 13 de abril de 2023, identifica la necesidad de viabilizar el acceso a la salud de todos los enfermos, lo que incluye evitar las largas listas de espera para recibir atención médica o la falta de medicamentos por razones estrictamente monetarias. En su Carta Pastoral del 13 de febrero de 2023, los Obispos de Puerto Rico identifican, como uno de los problemas centrales que deben solucionarse dentro del sistema de salud de Puerto Rico, la falta de médicos y proponen alternativas para atajar esta situación.
La carencia de sistemas de salud adecuados se ve reflejada en casi todos los países. Son los pobres, envejecientes y las poblaciones remotas, las más afectadas. En Puerto Rico se ha identificado (Consejo de Salud Multisectorial, informe de octubre de 2016) una gran desigualdad de acceso a los sistemas de salud, eso a pesar de que el presupuesto gubernamental asignado a los programas de Salud asciende a $1,102 millones de dólares (2021). La rapidez de acceso a servicios y medicamentos, la celeridad en el manejo de citas se ven afectados por factores monetarios y se limitan por la comercialización del modelo de salud. La salud, un bien común, se ha convertido en un negocio.
La salud es un problema creciente en especial en países, como Puerto Rico, con un crecimiento demográfico concentrado en las personas de mayor edad. Por eso, garantizar cuidado de salud adecuado a toda la población, implica educación en los factores preventivos que afectan la salud física y emocional. Una vida saludable es el resultado de un estilo de vida sano, en el que no solo la alimentación, el acondicionamiento físico, la disciplina de evaluaciones rutinarias de salud, sino que además la espiritualidad y la actitud personal son importantes. Son numerosos los estudios que han encontrado una correlación significativa entre espiritualidad y salud física y mental. La espiritualidad ayuda a descubrir un significado trascendental a la vida y nos enfoca en la esperanza.
El cuidado al enfermo requiere que seamos capaces de acompañarlo. Nos dice el Papa Francisco: “Nadie debe sentirse solo en la enfermedad”. El contar con apoyo, no solo médico, sino también social y espiritual tienen un gran valor terapéutico. En esta función, es que todos los miembros de la comunidad pueden involucrarse y deben responsabilizarse. Como cristianos estamos llamados a construir un mundo solidario. Esa solidaridad debe demostrarse en especial en aquellas situaciones en las que los límites de la ciencia se hacen patentes y llegamos a constatar que nuestro Dios, es el Dios de la vida.
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Nélida Hernández
Para El Visitante