Misión es una palabra que hace eco constante en nuestros tiempos eclesiales y más cuando emprendemos un camino juntos con el Sexto Congreso Americano Misionero (CAM6) Puerto Rico 2024 que pretende levantar nuevos ardores por el espíritu misionero que debe caracterizar a los discípulos de Jesús.
Esta palabra [misión] habla de un propósito que implica acción. Alguien con autoridad [Jesús] envía a otro [nosotros sus discípulos-misioneros] con un propósito. Ese otro se levanta para ir y salir de un punto a otro con el fin de llevar a feliz término la misión. Jesús realizó su misión redentora y salvífica para la humanidad. Antes de ascender a los cielos dejó una misión; esa que tanto hace ecos. ¿Cuál es? “Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación […]»”, (Mc 16, 15). Claro, para llevar la Buena Nueva hay que conocerla, amarla, defenderla. En otras palabras, primero hay que tener un encuentro personal con Jesucristo y desde esa experiencia ser su testigo amoroso con el ejemplo, con la vida, con el pensamiento, con el corazón y en los momentos de enseñanza con la palabra. Por eso no hay que ser sacerdote o religioso para ser misionero. Basta con que el agua bautismal te toque para que la encomienda quede plasmada en ti.
Ya con una encomienda clara, ¿a dónde ir? Es cierto que los misioneros van más allá de las fronteras geográficas donde la Buena Nueva no ha llegado. Pero, para los que no tenemos la posibilidad o ese carisma, la misión consiste en salir de la propia frontera personal repleta de comodidades y gustos a llevar el Evangelio al prójimo, que es mi próximo, aquí y ahora con el modo de ser y actuar de Jesús. La más difícil de rebasar: la frontera del individualismo. Luego, están las siguientes fronteras. Puede ser la pareja, la familia, los vecinos de la calle, la comunidad, los compañeros de la escuela, la universidad, los compañeros de trabajo, la persona en la fila del banco o del supermercado, el tráfico, la parroquia, etc. En fin, esos entornos cotidianos que frecuentamos en los que queramos o no somos observados y ¿somos cristianos? ¡Sí!
Más allá se encuentran otras fronteras: el pueblo o ciudad, la diócesis y la nacional que comprende la totalidad del archipiélago borincano. Sí, somos un archipiélago y no podemos olvidar a nuestros queridos hermanos viequenses y culebrenses. Luego el Caribe, el continente americano y el planeta… Hay que recordar que se empieza por el primer escalón. Reflexión: ¿Cómo está mi conversión y experiencia con Jesús? ¿Conozco mi misión? ¿Logro salir de mi frontera personal? ¿Cuáles son mis fronteras y qué hago para rebasarlas?