En medio de estos tiempos donde las responsabilidades, la tecnología, las nuevas ideologías, el entretenimiento y las distracciones actúan como retos para mantener una sintonía espiritual, separar un espacio para rezar el Rosario es un desafío que tiene la generación actual.
Para Fray Ismael Fernández Torres, O.P., el mayor reto para esta generación, particularmente para los jóvenes, es presentar el Rosario de modo atractivo. “Vivimos en una sociedad de lo inmediato, donde todo se pretende realizar a la carrera y situarse de cara a un método dado en donde lo repetitivo puede resultarle poco atractivo”, comentó.
Agregó que un reto que se desprende es presentarlo no solamente como un modo de oración -en el contexto de abrirse al encuentro de un Dios que comunica Su Palabra y mensaje-, sino que también pone a consideración un proyecto de vida y desde ahí, presentarlo como un modo de oración cristo -céntrico.
El también profesor de filosofía en la Universidad Central de Bayamón comentó que urge retomar la capacidad de contemplar los rostros de dolor del pueblo que tan actuales están en el tiempo presente. Recordó que en el Documento Conclusivo de la Conferencia de Puebla, en los números del 32 al 39, los Obispos reconocieron como el Rosario, particularmente en los misterios dolorosos, esos rostros en los que Cristo se hace presente.
“Puebla empieza a enumerar los rostros de niños golpeados por la pobreza; de jóvenes desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad, eso es muy cercano a nuestra realidad de país; rostros de campesinos, obreros, de empleados, de desempleados”, enumeró. Motivo por el que precisó que reflexionar los misterios del Rosario “es entrar en esa vida evangélica, esa acción salvífica de Dios para el género humano. Esa es la mayor riqueza del Rosario y eso es lo que hoy día no se tiene muy presente”. A su vez observó que hay quien considera rezar como algo aburrido, pero si “comprendiésemos esa riqueza no resultara entonces algo agotador”.
Indicó que para San Juan XXIII la sustancia del Rosario está constituida por una triple dimensión: expresión vocal, unidad y cohesión. En alusión a la dimensión de las condiciones por las que pasan las almas orantes desde confrontarse con el dolor, con la alegría del gozo, con el peregrinaje, el seguimiento de los misterios de la luz y finalmente cómo se suscitan las respuestas que llevan a la comunicación con el Padre.
Como exhortación compartió que “busquemos la riqueza presente en la meditación de cada uno de los misterios. Que nos dejemos interpelar por ello y que trabajemos en la construcción del Reino hacia la liberación de nuestros hermanos y hermanas. El Rosario es una oración liberadora. Cristo se sigue haciendo presente en medio de nosotros, en nuestro caminar de vida, en nuestro caminar cotidiano y el Rosario sería caminar junto a él”.