“Mi alma no sabe cómo dar gracias a Dios”, Madre Soledad.
Misericordiosos como el Padre en el Servicio, ese fue el lema de nuestra misión a Vieques para unir el sentir del Santo Padre. Con meses previos nos preparamos para este gran reto que nos lanzaba la Iglesia en este Año de la Misericordia. Anunciamos el proyecto en algunas parroquias y nos hicieron donativos en alimentos, ropa y en metálico para que los pudiéramos llevar a nuestros hermanos viequenses en pobreza.
Todos los misioneros nos involucramos en esta gran tarea con entusiasmo, pues era allí donde el Señor nos esperaba para ir a servirle. Esa preparación conllevó ir previamente a Vieques para visualizar dónde iba a ser la misión y conocer al párroco P. Augustal y al Consejo parroquial.
Como preparación espiritual para esta misión, tuvimos un día de retiro con tres predicadores: P. Roig, P. José Colón y el Hermano Benchi de los Capuchinos. Igualmente tuvimos la Misa de Envío que se celebró en nuestra capilla el 12 de agosto a las 7:00 p.m. presidida por P. Ovidio Pérez. En su homilía resaltó la alegría de la entrega hacia los más pobres y a salir, como nos invita el Santo Padre, “del confort y el conformismo hacia el encuentro con Cristo…levantándose del sillón y poniéndose los tenis…”.
Luego de celebrar la fiesta de aniversario de Fundación del Instituto y la Asunción de la Santísima Virgen, se dieron cita algunos misioneros: Vilma, de los Hijos Laicos de Ponce y Karla, César Joel, Francisco Javier y Ferdinand. Los otros misioneros fueron: Glorimar, Blanca, Daniel, Dr. Torres y su esposa Estevanía y Teófilo. Y por supuesto con la presencia religiosa de tres Siervas de María: Sor Áurea, Sor Judelka y Sor Marilyn.
El día 16 de agosto, a eso de las 5:00 de la mañana, rezamos y partimos hacia nuestro destino. Sin ningún contratiempo llegamos a esa hermosa Isla a las 10:30 de la mañana. Nos presentamos en la parroquia donde nos esperaban con un delicioso sopón y arepas.
Después de acomodarnos en una casita que antes fue un convento, el equipo de misión se preparó para repartir víveres a los enfermos, como arroz, granos, carnes, leche, harinas, etcétera.
Al día siguiente, P. Millien nos impartió a todos la bendición y así fuimos enviados. Se visitaron 85 enfermos de los barrios de Monte Santo, El Pueblo, El Cañón, Santa María, Bravos de Boston, Destino, Luján,
Las Chivas, Puerto Real, Esperanza, El Pilón, etc. Fuimos tres Hermanas con tres respectivos equipos de misioneros y gente de la parroquia. Con cada enfermo rezábamos un misterio del Santo Rosario, la oración de la Virgen de la Salud y la oración del Enfermo misionero por las vocaciones y les obsequiábamos un Rosario y la estampa de Madre Soledad Sanjurjo. A cuatro de esos pacientes P. Millien le administró los Sacramentos.
El operativo médico fue en unos condominios pequeños llamados la Ciudad Dorada donde, se monitorearon signos vitales, niveles de glucosa en sangre y el Dr. Torres examinaba a los pacientes. Fuimos hacia a los apartamentos de los enfermos que no pudieron asistir para que nadie se quedara sin la visita misionera.
Todos los días contábamos con el alimento de nuestras almas: la Eucaristía. Además, Vieques tienen gran devoción y adoración diaria al Santísimo Sacramento en una capilla diferente cada día y en ella participábamos. Era hermoso compartir junto con los hermanos y llenarnos de Jesús para luego llevarlo a los demás. Pero siempre éramos nosotros los que más recibíamos al ver a Cristo en el rostro sufriente del enfermo. Como otra obra de misericordia, visitamos uno de los dos cementerios de Vieques. Allí rezamos un Rosario por el eterno descanso de esas almas. Así trascurrió nuestra jornada misionera de siete días.
El 23 de agosto todos regresamos a nuestros respectivos destinos. La semilla está sembrada. Fueron muchas las obras de misericordia que practicamos para la gloria de Dios, el beneficio del prójimo y provecho de nuestras almas. A nosotros nos toca orar y dar seguimiento y apoyo a nuestros hermanos viequenses para que ellos sigan trabajando con ahínco. Nuestra alma, como decía la Virgen, “Proclama… la grandeza del Señor”… Gracias Señor, porque nos escogiste sin ser dignos para ser tus manos, tus ojos, tus oídos, tus pies, tu corazón.
(Sor Marilyn Hernández Colón)