En un pegadizo con que Renovación Conyugal promovía su programa de ayuda a los casados, se leía: “Estoy casado, ¿y qué?”. Era, en parte, un grito desenfadado ante los que ven al matrimonio estable y comprometido como algo old fashion. Lo que está “in” parece que es irse a convivir. Lo que es lo mismo que adquirir los derechos egoístas de la relación de dos, pero sin las ataduras o compromisos que conlleva una entrega total. Es como comerse la fruta sin pagar su precio. O como el que decía que el fricasé de cabro robado es el que sabe mejor. Se trata también de enunciar con audacia que yo creo en el matrimonio de esta manera, y no como lo quieren hacer creer modernamente que podría ser. Es también decir que no me avergüenzo de pensar así de la relación matrimonial y querer vivirla así con todas sus consecuencias. Que hay algunas que son desagradables, de acuerdo. Pero hay muchas que son inmensamente reconfortantes. Estoy casado y no me importa que me juzguen como fuera de la ola del momento.

Renovación Conyugal está cumpliendo cuatro décadas de existencia como grupo auxiliar de las parejas. En estos 40 años han sido unos 455 los talleres realizados a casados; unos 325 los talleres de novios en preparación para la boda sacramental; cientos de otras actividades paralelas y complementarias a estos talleres, como talleres de plenitud matrimonial, radiografías del matrimonio dadas en parroquias, talleres de educación a padres, encuentros de un día para seguimiento y ampliación de temas anteriormente examinados. Desde febrero de 1976, todos los meses, el grupo se ha movido para “dar razón de su esperanza” como casados. Han sido matrimonios que vieron nueva luz, cuando ya no parecía lucir alguna, y también parejas que aprendieron qué en realidad es eso de casarse y determinar que lo suyo nunca cumplió con esa definición. Ha habido muchos éxitos, y también (esa es la vida) algunos fracasos. No hemos sido la ‘única coca-cola en el desierto’. Mas hubo luz y sed apagada para muchos.

Con esta idea en mente, es nuestro propósito preparar para el mes de agosto una celebración masiva de votos matrimoniales. Creemos en el matrimonio tradicional, y estamos invitando a los que también lo ven así a que lo declaren en una renovación masiva de votos entre hombre y mujer, creadores de vida. Es una invitación que deseamos sea ecuménica, no solo invitando a otros grupos cristianos, sino a todo el que de alguna manera vive el matrimonio como un compromiso serio, estable y lo haya ratificado donde más conveniente le haya parecido. No es en competencia con nadie. Y ojalá rompamos el libro de Guinness.

Decía Martí que cuando en un país hay muchos hombres sin decoro siempre aparece alguno que lleva en sí el decoro de muchos. No nos gusta el matrimonio aguado. Ese es nuestro pensamiento. Sabemos que muchos en nuestra sociedad puertorriqueña lo ven así. Por eso invitamos a que digamos, con obras, que “estoy casado, ¿y qué?” Cuando Pizarro partía a la conquista del Perú, se dio cuenta de que algunos de los soldados iban obligados a una difícil aventura. Los alineó frente a él. Con su espada trazó una raya en la arena y dijo: “De esta raya hacia atrás está Méjico, El Caribe, las riquezas que ya hemos conquistado, la vida fácil. De esta raya hacia mí están los peligros que nos acechan, pero también las riquezas innumerables del imperio inca. Los que tengan miedo, regresen a Panamá a seguir comiendo casabe y boniato. Los que quieran hacer historia vengan conmigo a la conquista del Perú”. Pocos cruzaron la raya. Esos pocos conquistaron el imperio inca. Nosotros también trazamos la raya e invitamos a que nos sigan. Ojalá sean 1,800 parejas de matrimonios tradicionales. Buscamos el lugar para declararnos así. Allí nos veremos.

(P. Jorge Ambert S.J.)

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