(Tercero y último)
En la fiesta de bodas los nuevos esposos reciben dones de sus amistades y familias. Bien organizado, hasta les mandan a sus amigos la lista de regalos que les proponen. Tal vez eso no lo pensaron con Jesús, pero el divino Maestro no se deja ganar en generosidad. Por eso ofrece también gracias especiales, que sean como la gasolina para llevar adelante la misión recibida de vivir el amor cristiano. Hablo ahora de un tercer don: el de la capacidad para elevar esa relación de lo mero humano a lo divino, y la capacidad pare integrar mi persona en la persona de mi conyugue.
Todos los seres humanos caminamos sintiendo necesidades de todo tipo: emocionales, sexuales, profesionales, económicas… Y la gracia de Jesús es poder conseguir la fuerza para llenar, en lo básico y fundamental, esa necesidad del otro u otra. Todos los conejitos del mundo tocan alegremente su tambor. Pero llega el momento en que se agota su batería. Entonces a su lado sigue tocando otro conejito porque usa energizer. Esa energía quiere ofrecerte Jesús, si tu no lo impides, para que seas el primer y fundamental apoyo a las necesidades del cónyuge.
En nuestro grupo Renovación Conyugal proclamamos que el primer psicólogo, sacerdote, enfermero, confidente, asesor del cónyuge es su pareja. En campos de necesidad profesional más explícita habrá que ampliar luego con los profesionales del campo. ¿Cómo explicar que un esposo comparta con sus amigos las necesidades de su presupuesto y nunca se haya sentado con ella para conversar el asunto? Y se supone que por ley el cónyuge es el socio de esta sociedad de bienes gananciales. ¿Cómo le llevas tus frustraciones y tinieblas a un psicólogo y antes no las has compartido con tu cónyuge? Él, ella, están puestos por el Señor para proveerte esa ayuda. Como en el episodio de la hemorroisa en el Evangelio, el cónyuge es el capacitado para dar ese toque que da vida. Es un toque sanador, como el de Jesús ante tantos enfermos que le presentaban.
En un viejo comercial se representaba este don cuando el esposo presentaba ante la cámara a su amante, secretaria, consejera, confidente, amiga… a su esposa. ¿Antes la pregunta “de dónde sacas tanta fuerza para cumplir tantas tareas conmigo?”. La respuesta es “de x producto para vigorizarme… La verdadera respuesta es “con la gracia de la integración que nos regaló el Señor el día de nuestra boda siento la fuerza para estar a tu servicio como mi esposo y compañero para siempre”.
De este don hablamos. Habrá otras mujeres, u otros varones, más capacitados en lo humano que el escogido, pero en este, en esta, hay algo que le eleva a una categoría diferente. Este, esta, es el puesto por Dios para ser mi risa en el gozo, mi pañuelo en la lágrima, mi comida en la riqueza, mi apoyo en la pobreza, mi cómplice en la salud, mi cama en la enfermedad. Me contaban, y me emocionó, que la esposa ya estaba moribunda, acabada por el cáncer, y le pide a los hijos que la saquen de su cama de posición y le pongan en el lecho al lado de su esposo, como antes, y allí, sintiendo el calor del compañero de su vida, rinde su alma al Señor. Maravilloso ejemplo de una misión cumplida.
Padre Jorge Ambert Rivera, SJ
Para El Visitante