La visión abismal entre el pensamiento y la realidad hace la diferencia caótica en el Puerto Rico de hoy. Se agudiza tomar la tangente como vehículo de argumentos a favor de la causa común y se deja en suspenso atacar al mal que nos agobia. La discusión pública se nutre de más de lo mismo, de una dosis de refritos que no calman, ni orientan.
Sin un tributo a la realidad vital se cae en los aspavientos adormecedores que anestesian, pero no curan. Todo se queda en un limbo, en una ilusión que entusiasma pero que no penetra el corazón ni la mente. Los varados, los estudiosos, analistas y politólogos que marchan al frente no incorporan a los de abajo, a los pobres, a los necesitados. Estos pasan a ser objetos de estudios prolongados que no llegan al tuétano de la situación de emergencia por la que pasan.
Los de arriba y los de abajo parece ser polos opuestos, ciudadanos divididos por diplomas, cuentas de banco, lugar de residencia. Esas distancias, asfaltadas por la suspicacia y o pruritos, crean un ambiente hostil, una especie de colindancias paralelas. Faltan las cercanías del corazón, de la inconfundible mirada de misericordia y de justicia.
El continuo intento de subrayar la diferencia, en un esfuerzo de atragantar ideas y pensamientos, es un método empobrecedor, una forma de mantener la raya que separa. Falta la varita mágica de la verdad y el diálogo que dispersen todo residuo de extrañas componendas que a la larga y a la postre terminan en la división y el desorden.
La acumulación de miedos, tristeza y pesares, depositados en suelo boricua por tormentas, terremotos y el COVID- 19 requiere de una claridad de pensamiento, de un realismo inspirador, de una proclamación de la justicia que sea cátedra y superación. Achicar la problemática isleña, especificada en problemas sicológicos, pobreza, alienación social, es hacer daño al hoy y al mañana de todos.
Es por eso que hay que reconstruir el país desde los cimientos, doblegar la agonía de sueños infantiles que se alzan como estrategias viciadas. Los líderes tienen la responsabilidad de enderezar entuertos, proponer ideas robustas, aquilatar el momento histórico. Cada día constituye una oportunidad para separar el bien del mal, para acicalar el rostro de todos que destila preocupación y penas.
Corresponde a nuestros líderes maquillar con la verdad y la justicia a toda la isla de Puerto Rico. Los antagonismos superficiales y la discusión hueca sólo ayudan a la confrontación entre los ciudadanos, a perder el tiempo en cosas de poca monta. Desde la preocupación íntima, es propio responder con la verdad a cuestas. Tratar de fomentar el desequilibrio mental, con promesas, Caballos de Troya y otras perpetúan la crisis. Ser cirineos en esta coyuntura histórica es la mejor forma de reivindicarse ante Dios y los hombres.
P. Efraín Zabala
Editor de El Visitante de Puerto Rico