Se trata de sueños, anhelos y felicidad. Es cierto que muchos quieren ser tan adinerado como los renombrados multimillonarios o tan poderoso como los principales presidentes del mundo. En fin, hay quien quiere tanto dinero que no se pueda contar con las manos y tantos sirvientes para resolver hasta el asunto más vano de la vida. Fachadas rozas de sueños falsos porque tal vez no se ve las graves implicaciones como atentados constantes a la seguridad o que unas palabras torpes pueden tener implicaciones irreparables en la vida de millones. ¿Qué pasa con los que desean poseer la mayor belleza, inteligencia…? Lo mismo. Pero, hablando de corazón, ¿quién quiero ser de verdad? Por aquí van algunas afirmaciones interrelacinadas a reflexionar.

Quiero ser mejor. Tiene que ver con las virtudes humanas. Ese cómo, cuándo y dónde se ejercen; si acaso se ejercen y si hay ánimo para ejercerlas. Laborioso, sabio, prudente, justo, humilde, pacifico, ecuanime y muchas más son cualidades que todos reconocemos. Alguno cantará el coro del Gran Combo: No hago mas ná… Otro será workaholic… Las virtudes son equilibrio, no exesos. La plenitud y mayor escuela de estas y muchas otras virtudes se encuentra en Jesucristo, que se revela en la Eucaristía, en la vida sacramental, en las Sagradas Escrituras, en la creación, en la oración…

Quiero ser feliz. Si piensas que la felicidad es enamorarse con fondo musical, vas por caminos confusos o persepciones al estilo hollywoodenses. La vida no es una pelicula, es una realidad aplastante. Ser feliz apunta más al amor, al sacrificio, a valorar más lo trasendental y rechazar cada vez más lo material, al modo de ser y actuar de Jesús en mi vida para vivir por y para la paz y el bien. ¡Y con Santa Alegría a pesar de la prueba del momento! No es vivir a carcajadas, es alegría interior.

Quiero ser santo. Tiene que ver con la precensia de Dios en mi circunstancia y tiempo. La clave, según lo que he leído de los santos, intuyo que será comenzar por lograr esa conversión definitiva y conversar con Jesucristo en cada rostro que me encuentre del día, en cada momento y lugar. Abrir las puertas de mi corazón para que Él entre, que su misericordia llene mi vida para dar frutos. Por ahí empezar un camino porque los santos no se hicieron en un día.

Tres afirmaciones; un solo camino. Se requerirá voluntad, compromiso y aferrarse con todo el corazón, con toda tu mente y con todas las fuerzas a la mano de Jesús que no te soltará. ¿Quieres ser mejor, feliz y santo? ¿De verdad lo quieres? Solo Él es “el Camino, la Verdad y la Vida”, (Jn 14, 6).

Enrique I. López López

e.lopez@elvisitantepr.com 

Twitter: @Enrique_LopezEV 

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