“El cloruro de sodio, comúnmente conocido como sal, es uno de los minerales más abundantes de la Tierra y un nutriente esencial para muchos animales y plantas. Se encuentra de forma natural en el agua de mar y en formaciones rocosas subterráneas”, establece el Consejo Americano de Química. Sin embargo, también tenemos “la sal” que necesita el mundo para que este tenga un mejor sabor. ¿Cuál es y dónde exactamente la podemos encontrar? ¿Qué relación tiene este componente natural con las prédicas de Jesús? ¿Tiene que ver con nosotros?
“La sal es el elemento que da sabor, conserva y preserva los alimentos de la corrupción”, comenzó mencionando el Papa Francisco en su reflexión del Ángelus el 9 de febrero de 2020 en la Plaza de San Pedro en Ciudad Vaticano. Y es que, desde siempre la sal se ha utilizado con muchísimos propósitos. Entre ellos: los que mencionó Francisco, pero también para derretir el hielo o la nieve, hacer remedios caseros para limpieza, mantener hidratada la piel e incluso para la preparación de fármacos y productos industriales. Sin embargo, en la prédica de Jesús, el evangelista Mateo resalta una comparativa que nos lleva a pensar mucho más allá de para qué se utiliza.
Si hablamos del consumo de sodio en los alimentos, se dice que: “Exceder el consumo de sal en la dieta diaria, es un factor de riesgo” para desarrollar múltiples enfermedades, como “daño en los riñones que lleva a insuficiencia renal e incluso la posibilidad de presentar cáncer gástrico o colorrectal, entre otros”, advierte el Instituto Mexicano de Seguro Social. Entonces, si Jesús nos llama a ser la “sal del mundo”, ¿quiere decir que ser esa “sal” en exceso no es tan conveniente como parece?
¿Somos “sal del mundo”?
Dice el Papa: “Es «sal» el discípulo que, a pesar de los fracasos diarios, se levanta del polvo de sus propios errores, comenzando de nuevo con coraje y paciencia, cada día, para buscar el diálogo y el encuentro con los demás. Es «sal» el discípulo que no busca el consentimiento y la alabanza, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir”.
Hace 3 años, el Papa Francisco comentó que en este pasaje Jesús “utiliza un lenguaje simbólico para indicar a los que tienen intención de seguirlo ciertos criterios de presencia y testimonio vivo en el mundo… El discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas. Se trata de resistir a la degradación moral y el pecado, dando testimonio de los valores de honestidad y fraternidad, sin ceder a los halagos mundanos del arribismo, el poder y la riqueza”.
“Cuando el Señor nos dice que los cristianos debemos ser sal de la tierra, nos está diciendo que tenemos que dar sabor y sazón; pero también que debemos servir como conservantes para que el mundo no se pudra en su pecado y en sus vicios”, reflexionó el P. Sergio Córdova en una publicación para Catholic.net.
Por otra parte, el Catecismo de la Iglesia Católica (Núm. 782) afirma que nuestra misión como cristianos y ciudadanos de este planeta es precisamente “ser la sal de la tierra y la luz del mundo”, una sal que no sea en exceso como para dar mal sabor, ni muy poca como para dejar a los demás en un sentido soso, y una luz que ilumine en momentos de oscuridad y soledad. Ademá, que, ser sal y luz es necesario para la unidad, la esperanza y “la salvación para todo el género humano”, (LG, 9).
Sal puertorriqueña
En la Isla del Encanto, la primera industria establecida la minería de sal, según el Centro Interpretativo de las Salinas de Cabo Rojo. Esta lleva más de quinientos años en Puerto Rico y aún hay cosecha activa de este mineral en el litoral caborrojeño, desde donde exportan sal para la industria de las farmacéuticas principalmente. Las Salinas de Cabo Rojo fue y es un lugar único. Hoy día es parte del Refugio de Pesca y Vida Silvestre de Cabo Rojo, que cuenta con lagunas, salitrales, bosque seco, manglares y es el hogar de un centenar de aves terrestres y costeras.
La sal siempre ha estado ligada a nuestra historia. Somos los puertorriqueños portadores de un gran recurso a nivel regional, ya que la variedad de ecosistemas que poseemos y su valor histórico nos dan el privilegio de tener un patrimonio invaluable. Así como tenemos el compromiso de cuidar y preservar este tipo de recurso, los puertorriqueños tenemos el deber de ser “sal para el mundo”. ¿Cómo? Siendo mejores seres humanos, “es la tarea del cristiano –dice el Papa– proclamando el Evangelio […] que también puede provenir de nuestras palabras, pero debe fluir sobre todo de nuestras «buenas obras»”.
Somos sal y luz en Puerto Rico cuando encaminamos “a los demás hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y misericordia”. Cuando sabemos vivir nuestra fe “fuera de los espacios estrechos, cuando ayudamos a eliminar los prejuicios, la calumnia y a llevar la verdad a situaciones viciadas por la hipocresía y la mentira”.
Jorge L. Rodríguez Guzmán
Twitter: jrodriguezev