En nuestros días se oye mucho hablar de la importancia de promover el Bien Común. Esta es una palabra clave para entender la Doctrina Social de la Iglesia. Pero el término corre el riesgo de ser malentendido y mal utilizado con propósitos de justificar unas posturas determinadas. Examinemos qué es realmente el Bien Común.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) define el Bien Común como: “El conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de su propia perfección” (CDSI 164). Esta definición aclara que el Bien Común no implica satisfacer los deseos e intereses de cada uno de los miembros de la sociedad. Menos aún significa cumplir con un plan de gobierno u obtener un determinado logro político. Cuando la Iglesia habla de Bien Común se refiere al bienestar de las personas, que siempre tiene preminencia sobre el de las asociaciones. Ese bienestar solo puede lograrse si se tutelan los derechos de todas las personas.

Bien Común es ofrecer a todas las personas unas condiciones que le permitan su desarrollo integral (Dignitates Humanae 6). Por esa razón, el Bien Común, no es solo un bien político, sino también un bien espiritual. Es espiritual en el sentido de que el fin último del hombre es Dios y el hombre no puede alcanzar su pleno desarrollo y bienestar si olvida su destino espiritual. Es político, en tanto y en cuanto le corresponde al ámbito político establecer medios mediante los cuales las personas tengan la oportunidad de participar en su desarrollo, individual y socialmente.

Estas aclaraciones nos llevan a entender que el Bien Común no implica la satisfacción de todos los deseos de las personas, sino que es  la garantía de oportunidades para que las personas y los grupos alcancen su desarrollo. Lo que lo hace común es la oportunidad abierta a todos los miembros de la sociedad, sin exclusiones de tipo alguno. Para lograrlo, puede ser necesario limitar la libertad. Ya que la persona no puede encontrar su realización en sí misma, sino que por su naturaleza como ser social debe relacionarse con las otras personas de forma eficaz.

La lucha por la justicia social y la paz son elementos esenciales de la búsqueda del Bien Común y a la misma vez son elementos de este. El Papa Francisco en el prólogo del libro Pobre y para los pobres. La misión de la Iglesia, del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, Arzobispo Gerard Muller, proclama: “¡Que el Bien común deje de ser una palabra vacía y abstracta!”. Se convierte en palabra abstracta, cuando se utiliza para justificar posturas que a largo plazo afectan el desarrollo integral de la persona, que no los hacen mejores, que amplían las desigualdades sociales y económicas, que niegan el respeto a la dignidad de las personas.

El Bien Común equivale a la realización del Reino de Dios en la Tierra. Es una orientación de nuestras actividades hacia la solidaridad y el servicio social. En la Encíclica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos exhorta a promover el Bien Común sin anteponer el deseo de obtener resultados inmediatos, que permitan obtener beneficios políticos. Construir el Bien Común requiere unión y diálogo. El camino es la solidaridad y el servicio, no el conflicto. Iluminados por la Palabra de Dios y por el Santo Espíritu no podemos evadir nuestra responsabilidad por ese Bien Común que reconoce que el todo es más que la suma de las partes, y que: “El Evangelio no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino”(Evangelii Gaudium 237).

(Nélida Hernández)

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here