Sagrada Familia Jesús, María y José (Domingo dentro de la octava de la Natividad del Señor)

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

Salmo Is 127, 1bc-2. 3. 4-5

Colosenses 3, 12-21

Lucas 2, 41-52

Este Domingo la liturgia nos lleva rápidamente a la celebración de la fiesta de la Sagrada familia y digo rápidamente pues esta edición llega a nuestras manos entre el 25 y 26 de diciembre. Pero antes de entrar a la consideración de la fiesta, es necesario y meritorio dedicar unas líneas a considerar unos aspectos sobre la Natividad. No será, como es costumbre, sobre las lecturas pues los formularios en la Misa de la Natividad son cuatro, sino que utilizaremos unos elementos extraídos de los prefacios de Navidad. Dichos prefacios nos regala varios elementos a considerar y a meditar.

El primero es la luz, la Navidad como época y festividad se destaca por adornos que colocamos en diferentes lugares y casi siempre son luminosos. Iluminamos nuestros hogares, iglesias, plazas, etc. y eso nos tiene que recordar que la luz es Cristo, Palabra y Eucaristía que irradia para iluminar a todos los que creen y celebran su santo nacimiento (J Castellanos, El año litúrgico 99).  Toda la liturgia del día de Navidad nos lo recuerda.

El segundo gran tema es que la encarnación y el nacimiento del Redentor evocan la presencia de la salvación y la restauración de lo dañado por el pecado. Cantamos con gran alegría el himno de los ángeles «gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz», una paz que es fruto únicamente de la armonía entre Dios y nosotros, entre lo humano y lo divino, pues el príncipe de la paz nace en Belén para encaminarnos hacia el reino celestial. Es el misterio del Dios como nosotros; del Dios con nosotros; del Dios que nos da la gracia de ser sus hijos y está ya definitivamente de nuestra parte (J Castellanos, El año litúrgico 101).

Dentro de la octava de la Navidad esta fiesta nos recuerda dos personajes importantísimos de este tiempo que son María y José quienes junto a Jesús son la Sagrada Familia. La Palabra de Dios nos deja ver la importancia de esta institución medular en nuestra sociedad y nos recuerdan como cada uno de sus miembros ha de vivirlo mirando a estos ejemplos «como un verdadero modelo de vida» (prefacio de la Sagrada Familia). El evangelio al narrarnos el suceso del niño Jesús perdido y encontrado en el templo nos deja un intercambio hermoso: «Tu padre y yo te buscábamos angustiados»…«¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?

Ese dialogo nos tiene que invitar a meditar qué estamos haciendo en defensa de la familias y sobretodo en defensa de la nuestra. La Palabra nos habla de honra, respeto, compasión, perdón, bondad, amor, generosidad y mucho más. Ha nacido el príncipe de la PAZ dejemos que reine en nuestras familias.

P. Francisco J. Santiago Torres

Para El Visitante

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