Jesús prometió derramar abundantes bendiciones a quien honre su Sagrado Corazón, según los escritos de santa Margarita María de Alacoque. La santa nos habló de 12 promesas de Dios que son gracias que se reciben como premio a nuestra oración y recepción de los sacramentos.

Los deberes cotidianos pueden obstaculizar el vivir una vida consonante con nuestra fe. Para confrontar estos retos, el Sagrado Corazón de Jesús, por su infinito amor, nos concede la primera promesa: “Daré a las almas devotas, todas las gracias necesarias para su estado de vida”.

Todos venimos a este mundo con una misión, que es conocer, amar y servir a Dios, para así merecer la vida eterna. Sin embargo, cuántos tropiezos encontramos en nuestro camino. Esto ocurre tanto en el matrimonio, como en la vocación religiosa, en el trabajo mecánico como en el profesional, en la abundancia como en la pobreza. Todos tenemos tanto tentaciones externas, como nuestra tendencia interior al mal (concupiscencia).

Igual que a Cristo en el desierto, (Cf Mt 4, 1-10), a nosotros también nos atacan las tentaciones. No apartemos los ojos de la misión, para evitar tropezar, caer y perder el camino. De la misma manera que Jesús fue tentado por el hambre (cf Mt 4, 2-4), la tentación puede llegar a través de los sentidos. ¿Cuántas veces nos atacan los placeres terrenales? Como Jesús en la segunda tentación del desierto (cf Mt 4, 5-7), debemos evitar caer en el peligro de tentar a Dios. El ser humano tienta a Dios unas veces con palabras y otras con hechos. Por ejemplo: en las palabras de la oración se puede tentar a Dios cuando se le pide algo con la intención de explorar el poder o la Voluntad Divina.  En tercera instancia, evitemos el amor al poder, tal como lo hizo Jesús (cf Mt 4, 8-10). Evitemos pretender los primeros puestos (cf Lc 14, 7-14), buscando ser mansos y humildes de corazón (cf Mt 11, 29). Recientemente el Papa Francisco nos advirtió que no nos acerquemos al enemigo, ni dialoguemos con él. Jesús es el modelo.

En esta primera promesa, Jesús nos ofrece el auxilio para cumplir nuestra misión. Dará luz al intelecto para comprender la Palabra.  Fortalecerá el deseo de unir nuestra voluntad a la del Padre y nos librará de las caídas. Sabemos que podemos ir a Él, si estamos cansados y agobiados, para que nos alivie.” (cf Mt 11, 28). Finalmente, nuestro corazón se unirá a Él, en el amor al prójimo.

 

Natalio Izquierdo, MD

Para El Visitante

 

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