Lo cantaba Rafael: “como gira la tierra, poco a poco como sale el sol…” Y el poeta “ Es poco a poco, no con dinamita, destilando la gota internamente como el cocotero.” Y esto lo aplico hoy a la misión encargada por Dios a los casados de lograr una relación fecunda, de crecimiento humano y divino. No se consigue a la primera. Y mucho menos en la luna de miel. Es un proceso. Es poco a poco.
Dados los avances tecnológicos nuestra generación está acostumbrada a oprimir un botón con el dedo y recibir los resultados esperados. Una operación matemática endiablada sale al momento. Una dirección geográfica relumbra en el pin de la pantalla. Son resultados al segundo. Ya no tienes que correr a la biblioteca a buscar la Enciclopedia Británica para una definición. Y esto que conseguimos en el mundo de los datos queremos encontrarlo también en el mundo afectivo, en el mundo de las relaciones humanas. No es así. Es poco a poco.
Decía el famoso terapista matrimonial Salvador Minuchin: . “Todas las parejas pasan por situaciones como esas, y algunas nunca llegan de veras a casarse. Así que el proceso desde el momento ante el juez (o quien sea) al punto de llamarse uno de veras casado puede tardar mucho tiempo. Hay parejas que se divorcian sin nunca haber llegado a estar casados”. Palabras con luz que iluminan para emprender la aventura de crear un matrimonio, una familia, sin falsas expectativas. Se trata de ir siguiendo, y consiguiendo, las diversas etapas de esta relación.
Algunos definían de forma humorista estas etapas: “En la primera ella habla y el escucha; en la segunda el habla y ella escucha; en la tercera hablan los dos y escuchan los vecinos”. Hay formas más científicas de ponerlo, pero lo que queda en claro es saber que pasaremos por diversas experiencias, agradables o dolorosas, para conseguir el bizcocho de premio. Y en todo ello poner paciencia, ir poco a poco. Así cuando se identifica un error que agravia a la pareja, y se reconoce. Pero hay que vivir con el, y lentamente ir viendo las modificaciones en el que se propone lograrlo. Será un proceso, como dice el americano, ”by trial and error’, probando y corrigiendo, tal como se logra un buen guiso.
Este proceso requiere la paciencia cristiana, el sentarnos de cuando en cuando a revisar cómo vamos, a poner el juego aquel refrán: ‘’ si no sale a la primera trata y trata otra vez”. Es triste que algunas parejas salen corriendo a la primera dificultad. Total, encontrarán la misma dificultad en otro lado. Es cuando uno debe tragar aire y contar hasta diez. San Pablo aludiendo a los tiempos del Antiguo Testamento lo llama ‘en el tiempo de la paciencia divina’, para reconocer que esa paciencia es la que al fin regala un verdadero Redentor, Jesús. Esta paciencia, junto con la sinceridad de ambos para adelantar en el proceso, es lo que ha perfeccionado parejas.
No estoy hablando de que vivas una paciencia infinita Hay situaciones que son graves en si, que no son reconocidas, que nunca son trabajadas, que pueden poner en peligro tu salud mental o física. En ese caso habrá que reaccionar de forma diferente. Tal vez sea poniendo el juego ‘en tres y dos’, a ver si la persona imperfecta reacciona y logra lo buscado. Pero esta reacción no puede ser la inmediata. Es poco a poco, dando tiempo al tiempo. Es como decía una niña a su padre en una estampita: “Ten paciencia conmigo, que Dios no ha terminado en mi su creación”.
P. Jorge Ambert, S.J.
Para El Visitante
Padre Ambert, me encanta sus columnas. Me las disfrutas.
Gracias por llevarnos siempre de la mano y a la realidad.