Pedro acepta a Jesús como Mesías, pero no entiende las consecuencias de ese mesianismo. Lo reconoce como el Hijo de Dios, pero propone un mesianismo poderoso y vencedor. La respuesta de Jesús es tajante: Para Él, Pedro está asumiendo el papel de Satanás en la tercera tentación del desierto En la mentalidad de la época Satanás representa lo contrario del proyecto de Dios, el Reino, predicado por Jesús. Pedro, como hijo de su tiempo, expresa simplemente las expectativas de la gente, un Mesías no debía sufrir. Verdaderamente, es una piedra de tropiezo. Aunque hay un firme rechazo a la reacción de Pedro, Jesús, al mismo tiempo, le dice que tome nuevamente su puesto de discípulo, puesto que lo llama a situarse detrás de él para seguirlo y no ser un obstáculo en su camino. En otros términos, el enérgico rechazo a Pedro contiene también el perdón a su error, Jesús cree que Pedro es capaz de volver a comportarse como un discípulo, capaz de caminar tras su huella. Aunque en desacuerdo con él, confía en su retorno.
Jesús se dirige a los discípulos con mucha claridad y les presenta las condiciones para seguirle: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” Seguirle implica renunciar a sí mismo, a las ambiciones personales de gloria, de poder, y riquezas, según la primera bienaventuranza. Cargar la propia cruz significa seguirlo hasta la cruz colocándose en la línea del Siervo Sufriente, ser fiel al proyecto del Reino y luchar contra la sociedad injusta y deshumanizada. Todo esto traerá como consecuencia la persecución e, incluso, la muerte. Es la última bienaventuranza. Aquí están los mandamientos fundamentales que se exigen al nuevo pueblo que sigue a Jesús.
No hay verdadero discipulado si no se asume el mismo camino del Maestro. El anuncio del evangelio y construir el Reino de Dios trae consigo persecución y sufrimiento. Tomar la cruz significa participar en la muerte y resurrección de Jesús. La pérdida de la vida por la Causa de Jesús habilita al discípulo(a) para alcanzarla en plenitud junto a Dios. Quisiéramos vivir un cristianismo cómodo, sin conflictos. Pero Jesús es claro en su invitación: hay que tomar la cruz, hay que arriesgar la vida, hay que perder los privilegios y seguridades que nos ofrece la sociedad si queremos ser fieles al evangelio. ¿Estamos dispuestos(as) a correr los riesgos que implica el seguimiento de Jesús?
Padre Obispo Rubén Gonzánlez
Obispo de Ponce