Se cree que entre 1866 y 1880, en el municipio de Guayanilla, se encontraba en su lecho de muerte una anciana que agradecida por la amistad que le brindara el sacerdote sabaneño Padre José María Nazario y Cancel, mejor conocido como P. Nazario, le reveló la ubicación secreta de unas piedras talladas que le serían de sumo interés y motivo de investigación. Más tarde, la colección de unas 800 piezas fue nombrada por el Padre como La biblioteca de los indios. Años después Adolfo de Hostos, hijo de Eugenio M. de Hostos y quien también coleccionó parte de las piezas, les llamó Las piedras del Padre Nazario, como popularmente se le conocen hoy.

A más de un siglo, el significado que estas piedras esconden sigue siendo desconocido. De la vasta cantidad hallada solo se sabe la ubicación de poco más de 300 de ellas esparcidas alrededor del mundo, desconociéndose así el paradero de las otras 500. De sus inscripciones se desprende la hipótesis de que fueron escritas en una combinación de los lenguajes líbico bereber (del noroeste de África y las Islas Canarias) y paleo ibérico (del sur de la Península Ibérica). Lo que hace pensar que hubo contacto entre los indígenas y los habitantes de estas zonas. A su vez se levanta la interrogante de cómo se introdujeron las piedras a Puerto Rico o de qué manera los taínos aprendieron ese lenguaje.

“Hasta el presente en Puerto Rico siempre se nos ha enseñado que los indígenas nunca tuvieron acceso a ningún tipo de sistema de escritura y que esta llegó por primera vez con Cristóbal Colón y los españoles. Es claro que esos símbolos en las piedras son bien atípicos a la iconografía que se ha documentado en las sociedades indígenas de Puerto Rico. El hecho es que estas piedras al contener un sistema de escritura podrían plantear que algunos de nuestros indígenas hubiesen tenido acceso a un sistema de escritura mucho antes de la llegada de los españoles y que haya sido el producto de contacto con gente originaria del otro lado del Océano Atlántico”, reseñó el Dr. Reniel Rodríguez Ramos, arqueólogo a cargo de la investigación.

Lo cierto es que en fechados realizados a cinco de estos objetos con Carbono 14 (carbón pegado a las piezas) se reveló que su procedencia es precolombina, es decir de cinco siglos antes de la llegada de Colón a Puerto Rico. Según el investigador, hasta el momento los datos que ha recogido “demuestran el potencial enorme que tiene esta colección para por lo menos hacer planteamientos de la posibilidad de contactos transatlánticos antes de Colón”.

La ausencia de todas las piezas dificulta la búsqueda de información ya que tal y como lo asegurara el investigador francés Alphonse Pinart, algunas son auténticas mientras que otras son réplicas, que se cree, fueron hechas por los compueblanos quienes las entregaron al sacerdote.

En la actualidad el también profesor de arqueología en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Utuado, se ha dedicado a tratar de ubicar las piedras que se encuentran en colecciones fuera de Puerto Rico como el Museo Du Quai Branly en París, Francia, la Universidad de Harvard y el Museo de Historia Natural, Washington, D.C., por mencionar algunos. Cada grupo de artefactos fue llevado a estos lugares por investigadores que interactuaron directa o indirectamente con el Padre por lo que sus documentos, cartas y libretas de campo pueden presentar información que abone elementos para establecer la autenticidad de la colección y dónde potencialmente terminaron algunas de las piezas que aún no se encuentran.

“He tratado de armar toda una narrativa que tiene que ver con la biografía de la colección de piezas, los diferentes personajes históricos que interactuaron con el P. Nazario y se llevaron materiales, los destinos finales de esas piezas”, explicó el Dr. Rodríguez.

Asimismo, destacó que un personaje clave en toda esta historia es Alice de Santiago, otra coleccionista importante de materiales del P. Nazario, conocida también como la primera mujer coleccionista puertorriqueña de la que se tenga constancia en los años 20 y 30. A parte de ser maestra de inglés en el pueblo de Barceloneta, era investigadora e interactuó con el sacerdote. En una carta menciona que tenía cerca de 500 piezas, las mismas cuyo paradero hasta ahora se desconoce.

Mientras tanto, el experto continuará estudiando la documentación existente de investigadores que vinieron a Puerto Rico durante el siglo 19 y temprano en el siglo 20 y que potencialmente entablaron contacto con el Padre Nazario. Además, realizará exploraciones en diferentes partes de la isla para ver si logra documentar la presencia de este tipo de escritura en otros contextos del país. También planifica analizar las marcas que se hicieron en las piedras para ver qué tipo de instrumentos y técnicas se utilizaron. “Eso me puede hablar de si se hizo por las sociedades indígenas de aquí o si se hizo por gente de otro lugar”, detalló. Por lo demás le resta confiar en que el tiempo le dará las respuestas.

Nilmarie Goyco Suárez
Twitter:@NilmarieGoycoEV
n.goyco@elvisitantepr.com

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