“Si Dios me dio este regalo o esta cruz, eso es lo mejor que Él me puede dar. El por qué nunca lo sabré y el para qué lo iré descubriendo en el camino, pero al final si decimos que lo que recibimos de Dios es lo mejor, entonces ahora que recibo una enfermedad ¿por qué lo voy a negar?”. Así reaccionó Padre Ramón Villamor, párroco de la parroquia María Reina de la Paz de Humacao, al confesar cómo enfrenta su diagnóstico de Parkinson.
“Creo que esto se debe asumir con una gran fe, y sobretodo fe en su amor y en la providencia que nos provee lo que es mejor y más conveniente para cada uno de nosotros”, manifestó a casi 1 año de haber sido diagnosticado con la enfermedad que es un trastorno de movimiento que ocurre cuando las células nerviosas (neuronas) no producen suficiente cantidad de dopamina.
El clérigo que en agosto de este año cumplirá 20 años de ordenación sacerdotal, relató a El Visitante que hace aproximadamente 2 años notó que su mano derecha le temblaba y que a medida que seguía pasando el tiempo era más evidente. “Se lo comenté a un diácono y me dijo que ya lo había notado e incluso su nieta que es servidora del altar, le había preguntado: ‘¿Qué le pasaba al Padre que le temblaba la mano?’”, expresó.
Sobre el diagnóstico que en algunos casos está relacionado con factores hereditarios, aunque no así en el caso de P. Ramón, pues nadie en su familia la padece, compartió que una feligrés le sacó una cita con un neurocirujano especialista en movimientos involuntarios.
“En la primera cita el Dr. Ángel Viñuelas me hizo varios exámenes físicos, por ejemplo, mover los dedos, colocar los brazos hacia el frente sin moverlos y otras pruebas. Me dijo que por su experiencia creía que en un 90 % era Parkinson. No obstante, me dijo que había una prueba que era la que lo certificaba. Me la hice y salió positivo”, precisó.
Al querer saber cuál fue su primera reacción tras confirmar que tenía la afección que no tiene cura, respondió que fue normal. “Lo acepté muy bien con sentido del humor. Se lo dije a la feligresía y les dije que cuando ya no pueda celebrar misa que por lo menos me contraten en un ministerio de música para tocar el güiro o las maracas”, recordó a carcajadas. Continuó diciendo: “Soy realista, si tengo esta enfermedad qué voy a hacer, ¿ponerme a llorar?, no. Como dice Job si aceptamos de Dios sus bienes ¿no vamos a aceptar sus males también?”.
Confirmó que inició un tratamiento que consta de una pastilla que lo que hace es retrasar el avance de la enfermedad. Reconoció que le recomendaron hacer ejercicios, para controlar un poco la rigidez en las articulaciones, que es otro de los muchos síntomas que tiene la enfermedad, pero aún no ha iniciado esta parte del tratamiento, “en algún momento voy a comenzar”, señaló riendo.
De otro lado, P. Ramón indicó que el neurólogo le explicó que él tiene lo que se conoce como un Parkinson joven, que lo llaman así cuando da antes de los 55 años de edad. Supuestamente la ventaja que tiene es que avanza más lento que cuando le da a alguien mayor de 60 años, que es más agresivo. Tal vez, esa sea la causa para que el sacerdote experimente el temblor solo en su mano derecha, y que agraciadamente no ha ya tenido que dejar de hacer ninguna de sus tareas porque escribe, dibuja y hasta pinta.
El presbítero está consciente de que el Parkinson es una enfermedad progresiva y que es posible que en algunos años el temblor sea mayor y se refleje en su pierna derecha, su cabeza o en el lado izquierdo de su cuerpo y que no pueda cumplir con sus obligaciones sacerdotales. Al indagar si ha pedido sabiduría para enfrentar esa posibilidad, declaró: “No se lo he pedido (a Dios), lo he dejado en sus manos. Cuando llegue Él vera qué hacer conmigo, que Él se ocupe de mis cosas que yo estoy ocupado en las suyas”.