A lo largo de la historia diversos edificios religiosos en todo el mundo han sido profanados y saqueados. Idéntico pasó con nuestra Catedral San Juan Bautista que es la madre de nuestra fe puertorriqueña. Es la primera iglesia establecida en Puerto Rico, casi 400 años antes que se levantara un templo protestante en el País. Es verdad que, como obra arquitectónica, la Iglesia de San José es el templo más antiguo de Puerto Rico (el segundo en América, después de la Catedral de Santo Domingo), pero la Catedral de San Juan fue fundada y comenzada primero, el lugar en donde está enclavada encarando la Puerta de San Juan fue escogido por Don Alonso Manso, primer obispo de Puerto Rico y las Américas.

[…] Siendo, junto con Casa Blanca y San José la edificación más antigua de nuestra Ciudad Murada, la Catedral ha sido testigo y anfitriona de momentos importantes en nuestro devenir histórico como nación. Uno de ellos, fue la elección de Ramón Power como delegado de las Cortes de Cádiz y la eventual entrega del anillo pastoral por el primer Obispo puertorriqueño, Don Juan Alejo de Arizmendi. También fue profanada, como cuando fue incendiada junto a toda la ciudad de San Juan por Boudewijn Hendricksz (Boudoíno Enrico) en el ataque holandés del 1625. En resumen, nuestra catedral ha sido testigo del devenir histórico de Puerto Rico.

Por eso es que fue profundamente doloroso los procesos profanadores de la cual fue objeto. No solamente el grafito escrito en su fachada y sus puertas sino, sobre todo, los actos obscenos en sus escalinatas cuando ella no tenía que ver nada con lo que estaba pasando. Pero no nos debe extrañar, ya que, en los momentos de crisis nacionales, la Iglesia siempre es víctima de los mismos. […] la Iglesia es víctima puesto que su Fundador fue también víctima de procesos políticos (Imperio Romano vs nacionalismo judío) y murió en una Cruz. La Iglesia indeleblemente corre la suerte de Jesús y nuestra Catedral no es la excepción. Pero considero que esto la hace doblemente santa y su profanación es prueba del papel de nuestra Iglesia en la Evangelización y en los momentos importantes de nuestra vida como Nación.

[…] Fue de gran alegría y consuelo que, al día siguiente de los disturbios del Viejo San Juan, los residentes, católicos y no católicos, se dieron a la tarea de limpiar nuestra catedral. Posterior a la profanación de la cual fue objeto, jóvenes, sí jóvenes, realizaron obras artísticas de gran belleza, como la actuación de las tunas y las danzas litúrgicas. Pero todavía nos quedamos cortos. La Catedral, la cinco veces centenaria, tiene encima los efectos de los años y por eso es que necesita urgentemente de todos nosotros para su restauración y devolverle la belleza que los años y maltratos le han dado… ■

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P. Rafael Méndez Hernández, Ph.D.
Para El Visitante

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