Según el canon 418 del Código de Derecho Canónico una sede episcopal queda vacante en el momento que el Obispo fallece, renuncia o es trasladado. La Diócesis de Caguas tiene Sede Vacante desde el pasado 31 de enero cuando Padre Obispo Rubén A. González Medina, c.m.f., se sentó en la cátedra (silla del Obispo) de la Catedral Nuestra Señora de Guadalupe de Ponce.
El vicario judicial de la Diócesis de la Ciudad Criolla, P. Félix Núñez Hernández, mejor conocido como Padre Felito, destacó que no hay un tiempo determinado para que el Papa nombre un nuevo Obispo. “El tiempo determinado es la Parusía (segunda venida de Cristo a la tierra), lo demás son conjeturas”, expresó. A su vez recordó que esta no es la primera vez que Caguas no tiene Obispo Diocesano (Obispo al que se encomienda de modo estable una Diócesis) porque en 1998 Monseñor Álvaro Corrada del Río, actual Obispo de Mayagüez, fungió como Administrador Apostólico (Obispo designado por la Santa Sede para ser el encargado provisorio) durante 3 años.
De otro lado, el también párroco de la iglesia Espíritu Santo de Aguas Buenas detalló que en caso de que la Santa Sede no ordene un Administrador Apostólico –como ocurrió, en Caguas– el canon 421 del Código de Derecho Canónico, establece que el Colegio de Consultores (grupo de sacerdotes del Consejo Presbiteral, nombrados por el Obispo) tiene ocho días para elegir un Administrador Diocesano que estará al frente de la Diócesis hasta que se nombre el Obispo Diocesano. “Tres días después de estar la Sede Vacante se eligió a P. Antonio Cartagena Veguilla que en el pasado era el Vicario General de la Diócesis de Caguas para esa posición”, informó.
También informó que en cualquier diócesis del mundo que haya una sede vacante, en lo que se nombra a su Obispo Diocesano, la Iglesia puede nombrar o a un Administrador Apostólico o a un Administrador Diocesano. Ambas figuras sirven de transición, la diferencia estriba en que el Administrador Apostólico lo designa la Santa Sede y es un Obispo (de ahí el título de Apostólico), mientras que el Administrador Diocesano es un presbítero (sacerdote) elegido por sus hermanos presbíteros (que componen el Colegio de Consultores) para dirigir por un tiempo la Diócesis.
A su vez, señaló que las funciones del Administrador Diocesano son similares a las de un vicario general, pero que es necesario el nombramiento como una figura de transición y estabilidad. “Transición porque de alguna manera se está en tránsito, a la espera del Obispo Diocesano y de estabilidad porque las parroquias y toda la diócesis tienen que seguir funcionando”, puntualizó.
Admitió que si bien P. Antonio Cartagena Veguilla puede hacer nombramientos, estos no son permanentes. Por eso los presbíteros asignados son coordinadores en vez de vicarios. “Cuando se nombre al Obispo, él tiene la libertad de ratificarlos o cambiarlos. Al haber Sede Vacante los cargos quedan eliminados. Las únicas posiciones que se mantienen son las del Vicario de Administración y el Vicario Judicial”, explicó. Sin embargo, anticipó que tan pronto se nombre a alguien, pondrá su cargo como Vicario Judicial a consideración del nuevo Prelado.
Al preguntársele sobre qué características son evaluadas por la Santa Sede para que un presbítero se convierta en Obispo, precisó que el canon 378 del Derecho Canónico, establece que el candidato sea de buena fama, buenas costumbres, insigne firmeza de la fe, doctor o licenciado en Sagradas Escrituras, Teología o Derecho Canónico, que tenga al menos 35 años y que por lo menos lleve 5 años de haber sido ordenado sacerdote, entre otros. Además de estos requisitos generales se toman en cuenta las actitudes espirituales y pastorales del candidato.
De otro lado, compartió que de acuerdo al canon 377, cada 3 años, los obispos de todo el mundo deben elaborar un listado secreto de tres nombres de clérigos que entiendan que podrían ser ordenados obispos. Este listado deben enviarlo a la Santa Sede. “Cuando hay una Sede Vacante, el Delegado Apostólico ayudado por esas listas comienza a consultar los posibles candidatos. Envía cartas con secreto pontificio (al que se le consulte no debe decirlo nunca) y los resultados los envía a la Congregación de los Obispos de Roma que elabora un informe con al menos tres nombres para ser considerados por el Papa”, expresó.
Aceptó que la decisión de quién será el nuevo obispo solo le compete al Papa: “Todo tiene su propósito y entendemos que en este momento el Espíritu Santo está obrando a través del Papa para seleccionar al nuevo obispo de la Ciudad Criolla”.
Una vez seleccionado, el Delegado Apostólico es la persona encargada de informárselo al candidato. “El candidato debe evaluar si hay alguna consideración moral que pueda ocasionarle problemas. De lo contrario debe confiar en el Espíritu Santo, llorar un poquito y luego seguir hacia la nueva encomienda”, afirmó.