Ana Silvia Cochran, jubilada gubernamental natural del Barrio Aguirre de Salinas, fue por largos años una líder comunitaria en la comunidad El Chícharo en Santurce donde también reside. Aunque por motivos de salud dejó de estar activa como solía hacerlo, cada vez que puede aporta su grano de arena.
Sobre qué la motivó a servir al prójimo, expresó que entiende que es algo aprendido en el hogar. “Cuando en casa había mangó, mi papá nos hacía recogerlos en un bolsito para llevarlo a todas las casas donde no había ese tipo de fruta, entre otras cosas. Por eso, entiendo que fue fomentado, incluso ya mis nietas están igual. Es cuestión de que uno siembre la semilla”, aseveró la mujer que viene de un hogar de ocho hermanos.
Ana Silvia es de las que opina que el líder no nace, se hace. Al respecto, comentó que “nos sembraron la semilla, pero si no se cultiva no sale. Aunque se tenga el interés de ayudar a los demás, para que se mantenga, se necesita desarrollarlo a través de las mismas experiencias que uno va viviendo”.
La ex educadora compartió que llegó a Cáritas de Puerto Rico como solicitante de ayudas a raíz de daños a su vivienda por el huracán Hugo. Desde ese momento permaneció como voluntaria y por más de 15 años ha fungido como vicepresidenta de la Junta directiva en Cáritas. Compartió que, en esta ocasión, aunque no sufrió daños tras el huracán María, escuchar las historias de personas que sí tuvieron pérdidas le hizo ver lo afortunada que fue.
“Yo decía: ‘Dios mío, es grande lo que tú has hecho conmigo y yo necesito dar de lo que tú me has dado’. La gente piensa que estar bien es tener dinero, y no es así, el dinero no lo es todo. A mí me satisface más poder ayudar a una persona”, expresó la madre de dos hijas, abuela de siete nietos y una biznieta.
La viuda de 68 años que estuvo casada por 32 años, describió el servicio a los demás como un acto de misericordia y amor “que además tanta falta hace”. Advirtió que no se puede vivir con gríngolas que a muchos no les permiten mirar fuera de lo que son los centros comerciales. “Hay que quitarnos las gríngolas y mirar para nuestro lado, a nuestro alrededor. ¿Cuánta necesidad hay? ¿cuántas personas te dicen estoy bien ocultando la verdad por vergüenza o por las razones que sean? Pero uno como líder tiene que saber cómo llegar a ellos”, subrayó.
Sin pensarlo dos veces, Ana Silvia asintió lo mucho que le satisface poder ayudar. Sin embargo, aunque consciente de las diversas situaciones que enfrentan muchas de las comunidades desfavorecidas, también lamentó la falta de iniciativa de sus residentes ya que, según dijo, no siempre se animan a poner de su parte.
La católica práctica confesó sentir que ha tenido una vida plena y realizada. Desde formar su propia familia y trabajar hasta dar lo mejor de sí por los demás. “La vida no es solo tener dinero ni opulencia, hay mucha gente que lo piensa así, pero yo difiero de eso. Al final lo importante son las cosas básicas y el ímpetu que tengas de echar para adelante y la fuerza que Dios te dé para realizarte”, afirmó.