El pasado 3 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, parte del clero de la diócesis de Mayagüez se reunió para rezar por el eterno descanso de Mons. Romualdo Mariano Ortiz Vega y recordar el día en que fue ordenado sacerdote. La Misa fue presidida por Mons. Ramón Albino, vicario de pastoral de la diócesis. Tuvimos esta celebración en el templo parroquial de San Juan Bautista de Maricao, donde reposan sus restos mortales.
La homilía, predicada por P. Edward Acevedo Lugo, que conoció a Mons. Ortiz, giró en torno a una frase de San Juan María Vianney: “el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús”. Si el sacerdocio es el amor, este en su ejercicio, se convierte en don para la Iglesia.
El Papa emérito, Benedicto XVI, el 13 junio de 2010, en una alocución del Ángelus en la Plaza de San Pedro, a fieles y peregrinos con motivo de la clausura del Año Sacerdotal, presentaba el sacerdocio como don. Expresó entonces: “El sacerdote es un don del Corazón de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo. Del corazón del Hijo de Dios, rebosante de caridad, brotan todos los bienes de la Iglesia, y en modo particular tiene su origen la vocación de aquellos hombres que, conquistados por el Señor Jesús, dejan todo para dedicarse enteramente al servicio del pueblo cristiano, bajo el ejemplo del Buen Pastor. Por ello los sacerdotes son los primeros obreros de la civilización del amor. Y con ello pienso en tantas figuras de sacerdotes, algunas elevadas a los altares y otras cuyo recuerdo permanece indeleble en los fieles”.
En esta coyuntura P. Edward evocó figuras sacerdotales latinoamericanas que la Iglesia ha elevado a los altares: San Alberto Hurtado, sacerdote jesuita, Beato José G. Del Rosario Brochero, sacerdote diocesano y el Beato Oscar A. Romero obispo. Igualmente la Iglesia nos recuerda que hay muchos otros cuyo recuerdo permanece en los fieles.
He aquí donde está la figura de Mons. Romualdo Mariano Ortiz Vega. También su recuerdo permanece entre los fieles. Su sacerdocio ha sido un don para la Iglesia diocesana de Mayagüez. Es don tanto para el clero, como para las diferentes comunidades en las que trabajó. Su sacerdocio fue también don para la vida religiosa de la isla ya que muchas fueron las almas consagradas que a él acudían.
Sin intervenir en el juicio que la Iglesia emitirá en su momento se nos recordó como este don se manifestó. De sus años juveniles el P. Edward recordó cómo contemplaba el modo que Mons. Romualdo Ortiz ejercía su ministerio sacerdotal. Eran innumerables los sacerdotes, religiosas y laicos que acudían a recibir el Sacramento de la Penitencia, en su habitación estaban ya preparadas dos sillas para ellos. Fue director de almas, consuelo para los enfermos y ministro de la palabra predicándola en ocasiones enérgicamente. Recordaba que también fue un don su vida eucarística, mariana y penitente. Al finalizar la Eucaristía los sacerdotes visitaron su tumba.
Este mismo día que estuvimos orando por su alma e implorando la gracia de su futura beatificación, fue recibida en el Obispado la notificación de la Congregación de las Causas de los Santos, que autoriza el inicio de su proceso. Damos gracias al Señor por su misericordia.
Padre Edgardo Acosta