Con motivo del décimo aniversario de su ordenación episcopal, Mons. Eusebio Ramos Morales, Obispo de la Diócesis de Caguas y Administrador Apostólico de la Diócesis de Fajardo-Humacao, compartió un recuento de sus alegrías, retos, anécdotas, vivencias personales y ministeriales en entrevista exclusiva con El Visitante. 

“Nací en el sureste de Borinquen en Maunabo, pueblo de los jueyeros, de gente trabajadora y generosa; municipio enclavado entre el valle de tierras fértiles, la costa caribeña y las montañas verdes que nos hablan de Dios. Allá en el barrio Matuyas nací y crecí en una familia de ocho hermanos sustentada por una gran mujer, mi madre doña Marcela. Mi padre, don Luciano, falleció cuando apenas tenía 1 año de edad”, relató Mons. Eusebio sobre sus orígenes. Producto de la educación pública vivió como todo joven de la época entre el campo, la costa y el pueblo. Incluso llegó a enamorarse como todo muchacho y hasta plantearse el matrimonio.

La llamada de Jueves Santo

Su primera vocación fue la educación. Luego de culminar la escuela ingresó en la universidad. Como maestro de ciencias fue a las aulas con el ánimo de transformar la vida de los jóvenes sin saber que ellos serían instrumento de ese llamado especial de Dios en su vida.

Mons. Eusebio recuerda a 3 jovencitos cuya conducta no era para nada la mejor. Entre anécdotas de las travesuras de aquellos chicos, relató cómo visitó sus hogares después de la escuela para conocer las realidades de esas familias. Para la sorpresa de esos tres muchachos, la determinación, el ánimo y deseo de llegar más lejos del maestro era mayor que su falta de disciplina. No obstante, lo que el maestro encontró fue enfermedades terminales y hogares fragmentados; esa altanería solo era una fachada para esconder la frustración de un dolor mayor. Luego de ayudarlos en sus procesos, fue entonces que se cuestionó cómo podía ayudar realmente a tantos jóvenes cuyo vacío espiritual era abrumador.

A esto se sumó que un sacerdote vio algo en él y de alguna forma encontró la manera de comprometerlo en un equipo para ofrecer retiros a jóvenes. Luego de varias experiencias hermosas que hacían eco de una llamada, durante la Eucaristía de un Jueves Santo, en el preciso momento del ritual del lavatorio de los pies en el que participaba, sintió la contundente llamada de Dios… Y así fue su respuesta porque el siguiente agosto ingresó al seminario.

¿Qué hace el Obispo en su tiempo libre? 

El llamado tiempo libre no abunda en la cargada agenda. Así enfatizó que desde su ordenación sacerdotal, el ministerio “transforma toda la existencia, arropa toda la vida y exige entrega total”. No obstante, aceptó que le gusta leer y cenar en familia, pero “cada vez el tiempo es menos y aumentan más las responsabilidades ministeriales”.

“Hay una frase que suelo decir a mis presbíteros: ‘La Cruz, siempre, pesa más’. Simplemente, se va haciendo realidad las palabras de Jesús en nuestras vidas: ‘Si quieres ser mi discípulo, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme’. Por esto, busco cierto contacto con la naturaleza, suelo comer con algún sacerdote, aprovecho para leer en las noches largas o cuando viajo, busco el silencio en momentos de tensiones y le presento a Dios las dificultades de cada día”, sostuvo.

Cambio de planes: 

el plan de Dios

Mons. Eusebio cumple una década de ministerio episcopal en circunstancias muy particulares, como Obispo de la Diócesis de Caguas y Administrador Apostólico de la Diócesis de Fajardo-Humacao. Sobre esto comentó que gracias a Dios ha podido lidiar con una agenda complicada y que “cada Diócesis tiene su realidad y su complejidad”. “La designación como Obispo de la Diócesis de Caguas, fue una gran sorpresa, pues, bien sabes que la Diócesis de Fajardo-Humacao es joven y está en desarrollo”, según indicó.

Cuando fue nombrado Obispo inicialmente se le encomendó desarrollar una diócesis misionera en el litoral del este de P.R., zona con uno de los mayores índices de pobreza y menor índice de católicos. “Aceptamos el reto con pasión y alegría”, explicó. Diez años después bendijo el Obispado en Fajardo. Aunque aceptó que muchos de los programas de misión y pastoral impulsados aún requieren acompañamiento y dirección.

“La Iglesia no está ajena a la crisis económica que vive P.R. Debido a la falta de recursos económicos, de sacerdotes y otras razones, no hemos podido lograr el proyecto misionero que se nos encomendó al nivel que deseábamos y que respondiera a la realidad actual en la Diócesis de Fajardo-Humacao”, comentó.

Fue entonces que recibió el nombramiento para la Diócesis de Caguas. Por lo antes mencionado, su primera reacción fue sorpresa, pero con la misma alegría, fe y confianza en la providencia divina, aceptó el nuevo reto. “La Diócesis de Caguas es viva, cimentada en el servicio del Evangelio y el compromiso con nuestra gente, con una identidad cultural fuerte. Ya son 54 años de crecimiento pastoral. Pero, ciertamente se siente el peso de este pastoreo ministerial con ambas responsabilidades. Dios nos da la fuerza que nos sostiene, seguimos confiando en su providencia”, comentó con el ánimo esperanzador que le caracteriza.

Con la misión en el corazón

La misión siempre ha sido su norte como Obispo. Sobre esta, explicó que la Diócesis Misionera lo marcó. “Ciertamente, al ser nombrado Obispo, recibí esta encomienda de organizar una Diócesis Misionera. Debemos recordar que la Diócesis de Fajardo-Humacao nació al año siguiente de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil (2007). Con el espíritu discipular misionero de Aparecida, abrazamos la encomienda episcopal el 11 de marzo de 2008, cuando se hizo público el nombramiento”, dijo.

El espíritu discipular misionero definió el Plan Diocesano de Pastoral de la DFH: “Rema mar adentro, tu vida es misión” y con esta perspectiva, “se trazó el trabajo pastoral y las diversas iniciativas que se fueron suscitando: la Escuela de Formación La Barca, la Catequesis Familiar Integral, el Camino de Santiago de El Yunque y la Pastoral Familiar (proyecto pastoral que no se ha publicado aún). La misión comienza en el corazón y tenemos que ganarlos para Cristo. De todas formas, se han sembrado las semillas y algún día, con la fuerza del Espíritu, darán fruto”.

La misión alimenta su fe, fortalece su ministerio y lo conduce con alegría y esperanza, a pesar de cualquier dificultad que aparece. “El caminar misionero cobró fuerza y mayor conciencia con Aparecida, se fortaleció con el Sínodo de la Nueva Evangelización y se ha convertido en programa para todos los cristianos con el Papa Francisco que lo plasmó en Evangelii Gaudium. A todos nos llama a recomenzar o revivir ese encuentro con Jesucristo y esa es nuestra mayor alegría. Por tanto, asumo esta nueva encomienda en Caguas con la experiencia episcopal vivida en la Diócesis de Fajardo-Humacao”, detalló. Asimismo, respondió que todo bautizado en suelo boricua debe saber que “Puerto Rico está en Misión”.

Sobre su décimo aniversario, aclaró que lo celebra con la bendición de la Sede Episcopal en Fajardo. “Es un momento de mucha alegría, pues, se bendice este Centro de Vida, Misionera, Pastoral y de Administración. Así, el Obispado, se convierte en un signo visible de esa etapa de fundación de la Diócesis de El Yunque”, expresó. Este será un centro de servicios que contará con una capilla y salones para la formación y reuniones. Claro, el Obispado, que sirvió como centro de acopio durante la crisis luego del huracán, será parte de una plaza de la fe y la cultura en un futuro desarrollo. “También hay que articular una propuesta vocacional, que sigue siendo una urgencia misionera en la Diócesis de El Yunque”, articuló.

Por otro lado, comentó que la reapertura de la Catedral Dulce Nombre de Jesús en la ciudad criolla cobra gran relevancia dentro de las celebraciones del Jubileo del Beato Carlos Manuel. Esto mientras se continúan labores de restauración en distintos templos y capillas. Sobre la pastoral especificó que se acompaña y da continuidad al proyecto iniciado por su antecesor Padre Obispo Rubén González. “Creamos cuatro comisiones de trabajo: Pastoral; Formación Presbiteral y Vocacional; Administración; y Religiosidad Popular. También, impulsando la renovación parroquial y trabajo misionero, acabamos de hacer una reorganización amplia en las asignaciones de nuestros presbíteros. Con los informes finales de las comisiones, estaremos en posición de seguir trazando el proyecto pastoral misionero”, dijo el Obispo de Caguas.

Calvario de Borinquen

Por otro lado, sobre la situación social de País a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia quiso comentar lo siguiente: “Es lamentable que nuestro pueblo esté pasando por este calvario actualmente. Nuestro pueblo es generoso, emprendedor, cristiano y muy solidario. Pero, el egoísmo e irresponsabilidad de muchos líderes, la demagogia ideológica y partidista, la dependencia colonialista y la insensibilidad de los que tienen el control y el poder, han sumido a nuestro pueblo en una etapa crítica de sufrimiento y frustración que nos enferma como sociedad. La violencia se impone, no hay consensos, se trastocan los valores, la emigración sigue aumentando, y no se ve disposición de búsqueda sincera y honesta del bien común y la superación de nuestros problemas de dependencia y cómo salir de la crisis fiscal a la que nos llevaron nuestros gobernantes”.

Continuó el Obispo: “Por si fuera poco, tuvimos el embate del huracán María, que vino a quitarnos el velo del comfort y a cambiarnos los esquemas de la vida cotidiana. Pero, no aprendimos. Intentamos trabajar esta amplia devastación con los esquemas de siempre: grandes y jugosos contratos, partidismos y ventajerías políticas, falseando la realidad. Todavía no sabemos cuántos murieron y todos sabemos que fueron más de mil. Hay miles de familias sin energía eléctrica y nos dicen que ya el país está energizado en 99 %. El huracán nos dio una gran oportunidad para reencontrarnos y renacer como pueblo. Aún lo podemos hacer. Pero, hay que cambiar esquemas, amar a esta tierra y sentir orgullo de ser lo que somos: el pueblo puertorriqueño”.

Finalmente, aprovechó la ocasión para dirigirse al pueblo. “A nuestra gente, les invito a mantener la fe y la esperanza. A nuestros pastores y religiosos, les invito a trabajar con pasión y conversión”, concluyó Mons. Eusebio.

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