Yo siempre tenía interés en la ciencia de la paleontología, o sea, el estudio de los fósiles de criaturas que vivieron en las épocas formativas de la Tierra. Se me ocurrió el título de este artículo después de haber visto una serie en televisión titulada Caminando con los Dinosaurios. El director de dicha obra pone a uno en el mundo de animales que andaban en la Tierra millones de años antes de la llegada del primer ser humano. Uno siente estar andando con ellos en sus viajes y experiencias diarias. Pues, cuando reflexionamos sobre la Santísima Trinidad hay que hacerlo como verdaderos hijos de Dios que somos, o sea, andando con las Tres Personas de la Santísima Trinidad en su misión hacia nosotros.
Somos miembros íntimos de la familia de Dios desde nuestro Bautismo. Empezamos nuestro proceso de dejar atrás todo lo que no es de Dios y a la vez vamos aprendiendo y transformándonos en esa imagen de Jesús. Pero dicha conversión solo ocurre cuando vivimos con fe y esperanza en que por el Bautismo somos hijos de Dios, llamados por el Padre a vivir unidos con Cristo por el Espíritu Santo. Desde el principio de nuestra vida cristiana recibimos la invitación y la gracia santificadora que nos sella en una relación íntima con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es un principio bien pensado y con toda garantía de llegar a la meta. Pero hay que caminar en la Santísima Trinidad en el diario vivir.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, toda la vida de la Santísima Trinidad se dirije a nosotros desde el amor entre las Tres Personas. El Catecismo dice: “El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad” (#260). Luego hace referencia al Evangelio según San Juan (17, 21-23): “Te pido que todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me amas a mí”. Estos versículos nos dan consuelo, fortaleza en la fe, la esperanza, la caridad y a la vez nos retan y nos llaman a participar como hijos de Dios en la misión de Cristo en el mundo de hoy: llevando a todos a participar en la unión de la Santísima Trinidad.
En el mismo párrafo citado arriba en el Catecismo leemos: “Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: ‘Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él’ (Jn 14, 23)”. Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo quieren habitar en nosotros. Pero a ti te toca querer habitar en Dios. Aquí entra en la vida cristiana todo un aprendizaje, conversión, convivencia con otros invitados a vivir en la Santísima Trinidad, encuentro con Jesús mismo en su Evangelio, y participación en la misión de Cristo y de la Iglesia en el mundo de hoy.
¿Cuál es la evidencia que indica que estamos caminando en la Santísima Trinidad? Es inquietarnos por la falta de justicia especialmente a los más inocentes y marginados en nuestra sociedad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo te llama a la misión, a Su misión. En la medida en que estemos envueltos en esa misión experimentaremos esa vida de la Familia de Dios Padre, de Dios Hijo, y de Dios Espíritu Santo.
P. Vicente Pasqualetto, S.T.
Misionero Trinitario