La misa de gallo es la que se realiza al terminar la jornada del 24 de diciembre, y así celebrar el Nacimiento de Jesús en Belén, para lo cual nos hemos estado preparando durante el Adviento.

¿De dónde le viene el nombre? Pues posiblemente de la expresión que ya utilizaban los legionarios romanos, que hacían la primera de las Vigilias en las que dividían la noche. La llamaban gallicantu que significa la del canto del gallo. Esta expresión se materializa en España de tal manera y con tanta familiaridad, que en algunas regiones se la denomina la del “Pollito” (pollet, en catalán). Se le llamaba también la misa “de los pastores”, en memoria de los que vigilaban la noche del Nacimiento de Jesús. De ahí los autos sacramentales de la Navidad: las “Pastoradas” o “Corderas”, por ese animal protagonista. América recibe con la evangelización esta herencia y la conserva con toda devoción y dignidad.

¿Por qué a esa hora? Pues probablemente la respuesta tiene origen en los primeros pasos de la iglesia en Jerusalén. Los primeros cristianos, que eran judíos, después de asistir el sábado a la sinagoga, se reunían en casas para amanecer el domingo celebrando la resurrección de Jesús (He 2, 42). Esta costumbre se va ampliando con los convertidos del paganismo de tal manera que cuando la Iglesia sale de Palestina estos conversos hacen olvidar la sinagoga y queda firme la celebración del dominicus dies: El día del Señor. No fue necesaria la actitud de ninguna “bestia papal”, como quieren ciertas sectas modernistas, para cambiar el sábado disciplinar judío, por el histórico acontecimiento de la resurrección de Jesús en domingo.

Estas Vigilias iban tomando un claro cariz de solemnidad. Cuando la Iglesia sale de las catacumbas y puede organizar sus cultos públicamente, la del día de Pascua se celebraba de tal manera, que ya San Agustín, en el siglo IV, la llama “la más solemne de las Vigilias”.

Es el mismo San Agustín quien nos recuerda lo que luego publicará la Iglesia mozárabe en España: El día 25 de marzo aglutina tres hechos, que se dan por históricos: La creación del mundo, la concepción de Jesús en el seno de María y su muerte en la cruz. Dando por bueno el segundo detalle, a los 9 meses, el 25 de diciembre, ocurre el parto de María. Una ocasión estupenda para cristianar la fiesta pagana del dies natalis solis invicti: Ese sol invicto se llama ahora JESÚS.

Ya en el año 336 se celebra en Roma esta Vigilia de la Navidad, según consta en un ritual del 345. Y desde la edad Media se conservan los ritos de las tres misas que se decían en este amanecer de la Navidad: La de la Vigilia (“del gallo”), la de la alborada y la de día; con oraciones y lecturas específicas. Fueron precisadas por el Concilio de Trento y los misales actuales las conservan. Aunque, desde la costumbre nacida a mediados del siglo XX de las misas vespertinas, tanto del domingo, como del sábado, se ha perdido el rigor de celebrar estas tres misas por parte de cada uno de los sacerdotes.

Misas de Aguinaldo
Las fechas anteriores a la Navidad han dado siempre ocasión a celebraciones especiales de preparación para esa solemnidad litúrgica, cuyos residuos más antiguos son las llamadas “antífonas O”, que se entonan, ya en la Edad Media, en el oficio de Vísperas desde el día 16 de diciembre y que comenzaban con esa interjección latina: O Sapientia, o Adonay, o Radix Jese, o Clavis David, o Oriens, o Rex, o Emmanuel… En conjunto y en orden inverso daban el acróstico ero cras: estaré mañana.

Esta costumbre se ha traducido en las “Jornaditas” en España, las “Posadas” en Méjico o las misas de “Aguinaldo” en Puerto Rico, por citar lo que conozco y sin menospreciar lo desconocido y que puede tener más relevancia en otros países que lo citado en estos.

Intentado responder a quien me preguntaba por su origen, tuve la suerte de encontrarme en la “Memoria de los agustinos de Méjico” con una curiosidad. El padre Diego de Soria, prior del convento de Acolman, pensando en el mejor aprovechamiento para la educación cristiana de los indios, “obtuvo del Papa Sixto V, el 6 de agosto de 1586, una bula en la que se le autorizaban las Misas de Aguinaldo, que se celebrarían de madrugada, del 16 al 24 de diciembre de cada año. Se inició esta celebración con tan inusitada solemnidad y alegría, que pronto se propagó a todas partes…”

Después de la Misa se organizaba la catequesis entre cantos apropiados y un ligero compartir. Lo que antes era un octavario, desde el día 17, es ahora un novenario, tal vez por los 9 meses del embarazo de María.

Dios quiera que estas celebraciones tan entrañables de la Navidad no solamente no se pierdan, sino que ganen en entusiasmo, devoción y colaboración de todos, manteniendo siempre el sentido religioso que las inspira.

(P. Isaías Revilla, OSA)

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