El pasado sábado, 23 de abril, miles de fieles participaron del Tercer Encuentro Nacional de la Divina Misericordia que se llevó a cabo en el Coliseo Manuel “Petaca” Iguina de Arecibo. Desde tempranas horas de la mañana los devotos de la Divina Misericordia llegaron hasta la Villa del Capitán Correa para pasar por la Puerta Santa que se instaló de manera provisional mientras duró la actividad, para ganar las indulgencias plenarias concedidas por el Papa Francisco durante el Año de la Misericordia.

El Delegado Apostólico para Puerto Rico, Monseñor Jude Thaddeus Okolo presidió la Eucaristía que fue concelebrada por el Obispo de la Diócesis anfitriona, Mons. Daniel Fernández Torres y los Obispos Eméritos, Mons. Iñaki Llavona y Mons. Enrique Hernández.

Durante la homilía Mons. Okolo hizo énfasis en el tema de la misericordia. “Jesús es el rostro visible de la misericordia y nosotros debemos ser reflejo del hijo del Padre. En este Jubileo de la Misericordia podemos encontrar la alegría de la misericordia de Dios”, señaló.

Luego preguntó si había alguno de los presentes que estuviese libre de pecado, obviamente nadie levantó la mano. Entonces, aprovechó para aclarar que los santos no estuvieron libres de pecado, sino que recibieron la misericordia de Dios y la mantuvieron. “El pecado no es un obstáculo para la santidad. Por el contrario, las ofensas son el escalón para llegar a Dios porque a través del arrepentimiento y de la misericordia de Dios podemos alcanzar la santidad”, reveló.

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Más adelante, instó a los presentes a no sentir vergüenza o temor a la hora de confesarse porque el sacerdote actúa en nombre de Jesús. Detalló que las personas que piden directamente a Dios perdón por sus pecados no tienen la certeza de que los perdonó todos, “aunque eso no significa que Dios no escuchó su plegaria”. Por eso, insistió a que acudan al sacerdote para recibir la absolución de sus pecados.

Más temprano, a las 9:30 de la mañana, la periodista española Paloma Gómez compartió las experiencias que tuvo al participar de 104 viajes que hizo junto a San Juan Pablo II mientras fue Obispo de Roma. Gómez enfatizó que San Juan Pablo II fue un Papa mariano, por eso la letra M estaba incluida en el escudo de su pontificado, por María. “Fue Nuestra Señora de Fátima la que lo salvó del atentado que sufrió en Roma el 13 de mayo; cuando el hombre disparó tres veces, solo lo alcanzó una vez en el abdomen. Por eso en el primer Ángelus que hizo desde la Clínica dijo: “A ti madre, sacerdote y víctima quiero decirte que soy todo tuyo”.

Además la periodista hizo un recuento de algunos de los viajes destacados del llamado Papa viajero, como cuando visitó Hiroshima, Japón donde cayó la bomba nuclear que acabó con la vida de más de 75 mil personas. Mencionó la vez que fueron a los campos de concentración en Auschwitz, Cracovia donde murieron tantos inocentes. Además relató varias anécdotas que recopiló en los viajes.

Después, María Sangiovanni dictó la conferencia La Misericordia de Jesús a través de la efusión del Espíritu Santo y los carismas. Experiencias junto al Siervo de Dios, Emiliano Tardiff. Explicó que P. Emiliano no creía en la Renovación Carismática, fue luego que alcanzó la sanación que curó a otros mediante la oración. Narró muchas anécdotas, entre ellas de cómo gracias al P. Emiliano fortaleció su fe y ahora ora apasionadamente porque conoció al Señor. También, Sangiovanni hizo una oración de sanación por los presentes.

Cerca de la 1:00 de la tarde se presentó la obra musical Tiempos de misericordia. A las 2:30 p. m. Mons. Daniel Fernández entró con la Custodia para la Adoración Eucarística, seguido del rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia interpretada por Beatriz “Voz de Ángel”.

De otro lado, Mons. Daniel agradeció la presencia del Delegado Apostólico. “Gracias a todo el equipo de trabajo, a nuestros sacerdotes y a la gente que hicieron posible esta actividad”, expresó.
En un aparte con El Visitante, el Obispo Emérito, Mons. Iñaki Llavona enfatizó que: “Uno lleva en el corazón la imagen de los sacerdotes, los diáconos, todo el presente y el futuro de la Iglesia y que a uno le haga contemplar todo eso no es solo una obra grande de Dios sino una obra grande de misericordia. Dios me ha bendecido mucho y todavía me tiene de su mano y me consuela en la expectativa de la infinita y eterna misericordia del cielo”.

El coro El Magníficat, de la parroquia Nuestra Sra. de Guadalupe de Hatillo tuvo a su cargo todas las canciones de la misa.

Por último, hay que recalcar la presencia de Anabelle Rosario paciente de distrofia muscular, quien llegó en ambulancia al Coliseo. Su madre, María de Lourdes Rosario dijo que hace 20 años le dio un paro respiratorio, “tiene traqueotomía y usa un respirador”. “Decidí venir como un acto de misericordia. Ofrecer este sacrificio por los demás y de sacrificio se convierte en una obra de misericordia”, exclamó con una gran sonrisa.

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