Si la Conferencia Episcopal Puertorriqueña realizara un sondeo para nombrar otro patrono para la isla, daría mi voto a San Martín de Porres. Este hermano cooperador de los frailes dominicos vivió en Lima, Perú, durante los siglos XVI y XVII. No era ni obispo ni sacerdote, simplemente un religioso profundamente santo y reconocido por la caridad.
Hay varias razones para que San Martín sea digno de ser nuestro patrono. Supongo que el más significante es sus orígenes. No solo nació en las américas y habló español, sino era de raza mixta y tez parda. La madre de Martín de Porres, Ana Velásquez, era una esclava africana liberada. Nació en Panamá donde encontró al padre de Martín, Juan de Porres (o “de Porras”; hay una controversia sobre la ortografía correcta de su apellido). Este caballero español nunca se casó con Ana pese a tener dos hijos con ella.
Aquí en Puerto Rico muchos dependen en la ayuda alimentaria para vivir. Proveer tal ayuda en su tiempo fue una mayor preocupación de San Martín. Era conocido como “Martín de la caridad” por sus esfuerzos de repartir pan a los pobres. Se dijo que él podía escuchar los lamentos de los necesitados desde millas y que siempre llegó con provisiones.
También Puerto Rico ha sido un lugar anotado por la industria farmacéutica. De hecho, según información del Internet, más de cincuenta por ciento de toda la industria manufacturera de la isla es de medicamentos. San Martín de Porres también hacía medicinas naturales. Como muchacho él aprendió la ciencia de un naturalista local. Como fraile, Martín cuidaba la enfermería del convento. De allí curó a la gente del pueblo tanto como a los frailes. Nunca tomó dinero por sus curaciones; pues, reconoció el conocimiento de las plantas como don de Dios. De hecho, vio la necesidad de la sanación más allá que sus terapias. Solía decir a los sanados por su cuidado: “Yo te curo; que Dios te sane”.
Martín tuvo una relación íntima con Cristo crucificado. Como niño rezaba ante el crucifijo durante la noche. Solía pedir las colillas de velas de la dueña de la casa donde vivió con su madre y hermana. Con la llama indicando su corazón ardiente con el amor, Martín dio culto al Señor. Como adulto Martín realizó la solidaridad con el crucificado por flagelarse tres veces cada noche. Aunque nos parece extraño hoy en día, esta disciplina era un modo de los santos de tiempos anteriores compartir en el sacrificio de Jesucristo para la salvación del mundo.
Asimismo, los puertorriqueños han tenido gran devoción a Jesús sacrificándose en la cruz. Una de mis experiencias más ricas como misionero en Puerto Rico fue la participación en una procesión de Viernes Santo. Estuve con veintenas de feligreses del pueblo Yauco y sus alrededores. Comenzamos a las seis de la madrugada para caminar tal vez diez o quince kilómetros. Fue ejercicio de compartir en la obra del Salvador por la humanidad.
Probablemente nunca habrá elección de otro patrono de Puerto Rico. Si hubiera, supongo que cada persona nominaría a su santo preferido dando razones de su idoneidad. Pero esto no sustrae de la motivación de venerar y emular a Martín de Porres. Con todas las historias de su humildad, servicio, y dedicación al Señor él continua a sobresalir como modelo para todos.
Se celebra la memoria de San Martín de Porres el 3 de noviembre. Los dominicos de Puerto Rico festejarán a su hermano con un triduo de actividades religiosas y culturales del 3 al 5 de noviembre al Santuario de San Martín de Porres en Cataño.
Fray Carmelo Mele, OP
Para El Visitante