Luis Barros, 30 años, casado con hijos pequeños, decidió graduarse de abogado, su gran ilusión. Sus estudios son por la noche, sobre todo, ya que trabaja en el día. El estudio conlleva otras actividades, reuniones, compartir con compañeros estudiantes solteros, lecturas intensas…Me consulta porque, ya avanzado en esos estudios, confronta lejanía, disgustos, deterioro en su relación. “La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Las leyes matan, en este caso, mi relación matrimonial. Aaaarg!! Qué hago?”

Recuerdo una pareja amiga que sufrió la misma situación. Sería demasiado fácil que olvide los estudios, su ilusión, y esperanza de mejoría económica familiar. Sería menos fácil decir “olvídate y busca un nuevo amor entre las nuevas propuestas, una nueva princesa sin tristeza.” Con la pareja amiga emprendimos nuevos caminos para un propósito fundamental. El punto de partida tiene que ser “de ninguna manera voy a sacrificar a mi pareja”. Lo básico es que te preguntes: ¿cómo ves el matrimonio? ¿Un mero contrato civil? ¿Algo desechable? ¿O una alianza que transforma tu vida logrando de dos uno? Cualesquiera sean los recursos disponibles, será partiendo de que tu relación matrimonial es la perla preciosa del Evangelio. El mercader vendió todo por conseguir esa perla; perderla no era opción.

Otra defensa que hablamos fue cómo involucrar a la esposa de Luis en algunas de las actividades de sus estudios. Aunque ella no busque esa profesión puede compartir alguna lectura, resumirla para Luis. Puede repasar con él, mejor que con otras compañeras, algunos de los materiales de clase. Que en este punto la segunda opción no sea su esposa, luego de otros compañeros o compañeras. Una amiga concertó esto y, aunque su esposo se llevó el pellejo del diploma, se consideraba también ella otra abogada.

A esto añado que la pareja llegue a acuerdos mutuos y revisables. Cada semana sacar quince minutos: ¿qué logramos? ¿qué me inquieta? Es válido el ejercicio en cualquier pareja que quiere progresar. En ese momento es más necesario. Se está evaluando la marcha de algo importante en una situación de peligros inminentes. En tiempos de guerra había black outs al oscurecer, para que los aviones enemigos no contactaran fácilmente el objetivo. Sufrías el inconveniente, surtías el peligro.

Otro recurso lo hablé con una pareja en situación análoga. Era dedicar, al menos, un tiempo significativo de recompensa. Su esposo, presidente de una empresa internacional y de mucho volumen, vivía para atender todas las necesidades del negocio. A su escritorio aterrizaban decisiones de marca mayor. Salía temprano de su casa y llegaba bastante tarde, muerto de cansancio, solo pensando en la cama. Su esposa se sentía como una viuda criando tres niños pequeños. Por fin, dedicaron un tiempo para buscar alternativas, antes de llegar a un divorcio.

La alternativa fue sencilla, pero gratificante. No era opción la renuncia al puesto, ya que la familia necesitaba lo económico. Mas él decidió, de consulta con los dueños de fuera, que todos los jueves, a las 5.00 p.m. el desaparecería del panorama hasta las 9:00 a.m. del día siguiente. Se lo comía la tierra. Llegaba ese jueves temprano a la casa, cocinaban juntos, o salían a comer fuera. Esa noche era para su esposa. Vivían, como viven los amantes, compartir lo bueno, llenar el tanque emocional para los próximos días. Parecía poco, pero era reconfortante y daba para llegar al final de la semana.

Si estás en esta situación, busca recursos. El recurso no puede ser matar el amor. Y en cuanto sea posible, tampoco matar tus ilusiones de conseguir el objetivo profesional tan deseado.

P. Jorge Ambert
Para El Visitante

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here