Son tres obreros en una construcción. Le pregunto a uno: ¿qué haces? “Ganar $60 al día poniendo estos bloques”. Y el otro responde: “Estoy subiendo la pared del edificio con estos bloques”. Y el tercero: “Estoy construyendo el templo donde se reunirá la gente para comunicarse con Dios”. Tres tareas iguales; distintas en el concepto que cada uno tiene.
Se me ocurre aplicarlo al matrimonio. La forma de vivirlo en la práctica resultará en cómo piensas de lo que estás viviendo. Sin duda, al entrar en esta relación cobran vida anhelos profundos de obtener lo que por instinto se desea. El instinto empuja a que varón y mujer se busquen. La mujer que desea vivamente la maternidad encuentra el lugar donde realizar tan bonito deseo. Otro puede ver el matrimonio como la culminación de un amor, el romance del cantautor cobrando figura visible y palpable. Los cristianos lo veremos como un Sacramento: una presencia especial de Jesús con unos poderes para culminar lo recibido. Más aún lo veremos como una misión de fe que la comunidad nos trasmite. Por tanto, una vocación, llamada, designio divino puesto en práctica.
En el Evangelio María sale a visitar a Isabel. ¿Novelera? ¿Puro cumplimiento familiar? No, va consciente de un plan salvífico que ya se realiza, y de forma especial, por medio de ella. Visitar a Isabel es su MISIÓN. ¿Y cuál es la misión del casado? VIVIR A PLENITUD EL AMOR HUMANO. El mundo necesita ese modelo. Puerto Rico más que nunca necesita esas familias modelo, que viven el amor. Jesús proclama desgarradoramente ante el mundo que no hay salvación, si no hay amor. Pero la gente no entiende su mensaje. Los predicadores recordarán ese mensaje de Jesús y motivarán a su vivencia. Al casado se le pide que viva ese mensaje, no lo hable. “Vivir a plenitud el amor humano en el hogar”.
¿Qué amor? Amor: que no es pasión morbosa de fiestas patronales en verano. Amor: que no es el egoísmo glorificado como lo que está in, que suprime la vida o la acomoda a sus propias conveniencias utilitarias. Amor: que no consiste en buscar en otro una prostitución legal y más barata. Amor: que no consiste en crear una sociedad esclavista dentro del recinto cerrado del hogar, y que convierte a la mujer, o al varón, en un instrumento de carne.
Sino Amor: que es palabra dada en exclusividad y compromiso tan largo como la misma vida. Amor: que es la tarea apasionada por desear y conseguir el bien o la realización del otro. Y con esta visión entendemos mejor la imagen que voy a poner. Nuestro Divino Maestro nos ha lanzado como una inmensa águila a volar por este mundo en busca de la mansión futura. Y esta águila se mantiene en el aire y en rumbo, porque hay Marías y hay Isabeles. Una ala del águila (María) son los consagrados a testimoniar el Evangelio viviendo en radicalidad sus valores: son los sacerdotes, los religiosos que adelantan a esta vida el mundo futuro. Son las Marías, como la Madre de Jesús, con su vocación única. Pero hay otra ala tan imprescindible como aquella: El ala de Isabel. Y son las familias a quienes Jesús y la Iglesia les pide vivir el amor de forma palpable y creíble.
Los casados también están consagrados; también hacen falta para mantener el águila en el vuelo. Si fallan, no se defraudan a ellos mismos; nos defraudan a todos. Defraudan a la comunidad de creyentes, que los necesita para cumplir todos la misión del Padre. Por eso nuestra lucha para que la familia sea lo que debe ser. Por eso bien dicha la copla: “A papá le dije un día que no quisiera a mamá, y me dio una bofetá que me dura todavía”.
Nos gozamos al ver que algunos lo entienden, y se realizan en la misión recibida. Gloria y alabanza a los varones que dicen que no a los empujones fáciles del adulterio. Gloria y alabanza a los varones que desprecian el ventorrillo y nunca lo han considerado más caliente que el propio hogar. Gloria y alabanza al varón que se enorgullece de aparecer en cualquier lado agarrado a su mujer. Gloria y alabanza a las madres que no cerraron su vientre a la vida responsable, y que se sienten inmensamente realizadas como amas de casa. Gloria y alabanza a la mujer que nos crió con verduras, pero con vergüenza; con piojos, pero con dignidad. “Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”.
Padre Jorge Ambert
Para El Visitante