La isla de La Española es compartida por Haití y República Dominicana. Como es de esperarse, la periferia de ambos países, en la zona fronteriza, agudiza la problemática social, política y económica.

Mons. José Sinecio Peralta, vicario general de la Diócesis de Mao-Montecristi, ubicada al noroeste de la República Dominicana, conversó con El Visitante sobre el proyecto que la Iglesia emprende ante un panorama donde convergen la pobreza y la migración.

La Diócesis fronteriza fue fundada en 1978, cuenta con 30 parroquias y ha tenido dos obispos, siendo el actual Mons. Diómedes Espinal de León quien se desempeña como actual presidente de la Conferencia del Espiscopado Dominicano.

Mons. Sinecio Peralta, que es el primer sacerdote ordenado para la Diócesis, explicó que: “La Diócesis se creó con el fin, de darle una mejor atención a la gente en la frontera con los hermanos haitianos y nuestro trabajo como sacerdote es un trabajo humanista”, subrayó.

Según censos recientes la zona es una de las más pobres de República Dominicana y América Latina. Un 67% viven bajo pobreza “un 33% lo tienen todo y el resto no tiene nada”.

Destacó que luchan para combatir la ambición simplista a tener cosas y el desafío de la reinvención para que las personas salgan de la pobreza.

Haitianos en suelo dominicano

No se aventuró a estimar cuántos haitianos llegan ilegalmente a la frontera custodiada por ambos gobiernos. Lo cierto es que el desafío es constante y cotidiano. Sobre la misión con ellos, dejó claro que, si ya están en suelo dominicano, “hay que ayudarles, no podemos hacernos de la vista larga y asumimos la responsabilidad de lidiar con la situación”. Llega al punto que algunos piensan que la Iglesia “está atrayendo a los hermanos haitianos a vivir con nosotros”.

Sobre el espíritu nacionalista dominicano que conservan, aclaró que por encima de todo “está el amor y las buenas atenciones y acogida a los hermanos haitianos”. De los asuntos del gobierno y la política migratoria “se encarga el gobierno, nosotros nos encargamos del trato humano”.

Ese trabajo consiste en brindar servicios básicos de salud, alimento, orientación, agua, asistencia para aseo personal y otros servicios esenciales. Sumada la pobreza en la zona, el reto se duplica con comunidades pobres que a su vez tienen gran número de haitianos.

Distintas varas miden la guardarraya

Dejó claro que la situación haitiana es preocupante porque no ve que el gobierno haitiano intente mejorar la vida de sus habitantes y si lo tienen o lo demuestra. Esto no parece que va a cambiar pronto. La presencia militar de ambos gobiernos en la línea fronteriza es notable. “Ellos -el gobierno haitiano- tienen una política de no dejar pasar a los dominicanos hacia allá de ninguna manera, pero por otro lado, son flojos cuando, y no es fácil, una legión de gente con hambre busca saltar la frontera para buscar algo para comer. Es muy difícil el control”, sostuvo Mons. Sinecio Peralta.

Del otro lado, el dominicano, comentó: “Para las autoridades migratorias es un gran reto, pero que al mismo tiempo se convierte en un peligro porque los militares -dominicanos- aprovechan el contrabando, se venden por pocas monedas y entonces dejan pasar una avalancha de haitianos indocumentados que crea también un caos”.

Sobre la corrupción en la periferia de ambos países, afirmó que es un “peligro latente muy grande” porque donde hay carencia y se mueve dinero, está la posibilidad de comprar a las autoridades y los vulnerables son los perjudicados. Por ello, alertó de los grandes peligros que brotan de la corrupción: Trata humana, contrabando, armas, drogas y otros.

Lo cierto es que República Dominicana no es el destino final de los haitianos, como indicó. Aunque hay un flujo constante, muchos continúan su tránsito a Puerto Rico con destinos como Bolivia, Chile, Brasil y EE.UU. Aunque llevan el estigma de pobreza, aclaró que no son criminales como algunos piensan. “La inmensa mayoría son gente sencilla que salen a trabajar, siendo jardineros, en la recolección de frutas, en agricultura, construcción, etc.”, reconoció.

A la interrogante de cómo el clero responde ante la llamada enfática del Papa Francisco de ir a las periferias, comentó de manera franca: “Tenemos que enfocarnos más y tratar de ser más obedientes a esa iniciativa del Papa que […] en nombre de Dios lanza su línea de acción a nivel de un papado responsable para que el clero y la Iglesia asuman ese ir hacia la frontera, hacia donde otros no van”.

Vida religiosa dice presente

La Diócesis cuenta con presencia de varias congregaciones religiosas, organizaciones católicas y organizaciones sin fines de lucro. Entre ellas destacó a los Misioneros de la misericordia y las Hermanas del Buen Pastor, que “han hecho una encomiable labor”. Ante esto, Mons. Sinecio Peralta expresó su gratitud al pueblo puertorriqueño, presente por medio de las congregaciones y distintas misiones, por su gran carácter humanista y preocupación desde el plano de la fe.

Finalmente, envió un mensaje a sus hermanos dominicanos en suelo boricua. “Deseamos que los dominicanos y las dominicanas que están aquí pongan en alto la bandera tricolor con el escudo, patria y libertad con un buen comportamiento, una conducta intachable, viviendo los valores de la fe y dejando todo apego materialista. De esa manera hay mejor convivencia y una bonita relación como la ha habido siempre entre Quisqueya y Borinquen”, concluyó.■

Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV

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