El maltrato a las personas mayores puede darse de muchas formas, puede ser maltrato físico, que incluye no solo violencia y golpes, sino también la administración inadecuada de medicamentos o cualquier acción que amenace su bienestar físico. También puede ocurrir el maltrato emocional o psicológico, que se manifiesta en humillaciones, el sexual, mediante el cual se saca provecho sexual de los ancianos y el financiero. Este último consiste en la apropiación de dinero del anciano, para provecho de un tercero, que lo realiza sin el consentimiento del mayor adulto, mediante engaño o fraude. Otra modalidad del maltrato es la negligencia, que puede convertirse en abandono o falta de cuido apropiado. El maltrato puede darse a nivel individual, por personas cercanas al adulto mayor o puede ser de carácter institucional. La organización Mundial de la salud ha identificado el maltrato a personas de mayor edad como un problema social y un problema de salud pública.
De acuerdo con una revisión de 52 estudios realizados en 28 países de diversas regiones, realizada en 2017 y que abarcó un año, una de cada seis personas de 60 años o más (el 15,7% de este grupo de edad) sufrieron alguna forma de maltrato. Educar y capacitar a quienes trabajan en el sistema de justicia penal, como la policía, los fiscales y el poder judicial, sobre el maltrato a personas mayores, así como una mayor legislación para proteger a los ancianos, puede ayudar a reducir el abuso a los ancianos y también proporcionará una mejor asistencia a las víctimas de abuso. Además, la participación de la comunidad en la respuesta al maltrato a personas mayores puede contribuir a la seguridad de esta población.
En Puerto Rico, se ha elaborado una “Carta de Derechos y la Política Pública del Gobierno a favor de los Adultos Mayores”, que permite a cualquier adulto mayor que haya sufrido algún maltrato verbal o físico, solicitar por sí misma o por medio de un representante legal, una orden de protección ante cualquier tribunal, sin antes realizar una denuncia o acusación. Esta medida reconoce el problema existente e intenta remediar las situaciones de maltrato, pero la prevención total del maltrato requiere que se redefina y revalorice la vejez.
Los ancianos suelen convertirse en víctimas del estereotipo social mediante el cual prevalece la idea de la vejez como una edad infeliz, como la edad de los cuidados, de la necesidad y de los gastos para tratamientos médicos. Sin embargo, en la Biblia la longevidad es considerada como una bendición. El Papa Francisco afirma: “La vejez, no es una enfermedad, es un privilegio. La soledad puede ser una enfermedad, pero con la caridad, la cercanía y el consuelo espiritual podemos curarla”, ( Discurso a los participantes del I Congreso internacional de pastoral de los ancianos sobre el tema “La riqueza de los años”, 31 enero 2020).
El Mons. Renzo Pegoraro, Canciller de la Academia Pontificia para la Vida, en su documento titulado “La Vejez: Nuestro Futuro”, expresa una gran preocupación por la situación de los ancianos e identifica la soledad y el aislamiento como una de las condiciones que les hacen aún más vulnerables. Esta preocupación tiene urgencia, porque se espera que, en 2050, una de cada 5 personas va a tener más de 60 años. El Mons. Pegoraro propone que, en respuesta a estos cambios demográficos, las ciudades deben planificarse para ser más inclusivas y acogedoras para la vida de los ancianos. Propone además replantear los modelos de asistencia para los ancianos, para permitir la permanencia en la propia casa o en la de los miembros de la familia. Una propuesta adicional es revalorizar la vejez y reconocer la contribución de los ancianos a la sociedad.
El Papa Francisco en su catequesis del 4 de marzo de 2015, instruye: Los ancianos son abandonados, y no sólo en la precariedad material. Son abandonados en la egoísta incapacidad de aceptar sus limitaciones que reflejan las nuestras, en los numerosos escollos que hoy deben superar para sobrevivir en una civilización que no los deja participar, opinar ni ser referentes según el modelo consumista de “sólo la juventud es aprovechable y puede gozar”. Estamos llamados a transformar esta realidad.
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Nélida Hernández
Para El Visitante