Ante la insistencia de la ciudad de Jerusalén, que trata de buscar en Egipto la ayuda para vencer a Babilonia, en vez de someterse al juicio de Dios por sus pecados, Jeremías lanza esta condena para recordarle al pueblo que hay que poner su confianza, no en los poderes del mundo, sino en Dios.
San Pablo, continuando su catequesis a los corintios acerca de lo que es la vivencia de toda comunidad cristiana, nos dice que la fe de toda comunidad cristiana ha de ser su fe en Cristo y en su resurrección. Esta convicción en la base para toda comunidad.
El Evangelio de San Lucas tiene paralelos y divergencias con el Evangelio de San Mateo. San Mateo, en su sermón de la Montaña, tiene ocho bienaventuranzas. San Lucas, por otro lado, tiene 4 bienaventuranzas y cuatro ayes, para sumar ocho. Pero el mensaje es el mismo: vivir la radicalidad del mensaje evangélico.
Por razones pastorales, quiero concentrarme esta vez más en la primera lectura, dada que esta es una lectura muy maltratada, sacada de contexto, para condenar el que la gente se acerque a la confesión con un sacerdote. “Maldito el hombre que confía en otro hombre”. Para empezar, la Biblia no condena el que confiemos en un amigo. Al contrario, la Biblia alaba el don de la amistad, y también nos dice que los amigos son don sagrado de Dios. Si no hay confianza, no hay amistad.
¿Qué quiere decir entonces Jeremías? En el contexto del texto, confiar significa aquí poner la vida de uno, la fe en ser salvado, en manos de otros y no en la de Dios. La situación era que Jerusalén estaba siendo asediada por Babilonia. Al ser Jerusalén la Ciudad Santa de Dios, el pueblo se había confiado demasiado y pensaba que nada iba a pasar. Esto le daba permiso para hacer lo que se le diera en gana. Jeremías le dice al pueblo que, por sus pecados, Dios va a purgar y escarmentar a Jerusalén con la invasión de Babilonia. Así que lo mejor era la rendición y el encomendarse a Dios, así la cosa no sería tan dura para la Ciudad. El pueblo y sus líderes no quisieron escuchar este mensaje, le hicieron frente a Babilonia y le pidieron ayuda a Egipto para enfrentarla. Cuando Jeremías ve que el pueblo confía más en un antiguo enemigo que en la Palabra de Dios, entonces es que pronuncia estas palabras. Al final de la historia, Egipto le falla a Jerusalén y la abandona, con lo cual Babilonia la invade y destruye, cumpliéndose así la profecía de Jeremías.
El verdadero cristiano confía en Dios y se abandona a Él, precisamente en los momentos difíciles de la prueba. Esto mismo es lo que insinúa Jesucristo en sus cuatro Bienaventuranzas y en sus cuatro ayes. Mientras que en las Bienaventuranzas Jesús bendice al creyente que no pone su confianza en sus propias riquezas, dones, poderes, sino que lo arriesga todo por el Reino de Dios, con sus cuatro ayes condena a los que ponen su confianza en las riquezas, en el poder, en sus talentos y no en Dios. Las lecturas de hoy son un cuestionamiento que Dios nos hace sobre en dónde o en quién ponemos nuestra confianza.
Padre Rafael Méndez
Para El Visitante