Hablando de las cualidades de su cónyuge una señora agradecía que su esposo ya había aprendido a ser varón y no macho. No es raro oír en conversaciones la frase: “Como soy el macho, hago lo que me venga en gana, por eso actúo como actúo.” Y así se piensa a veces que es más hombre el que es más macho. Pero no es así, nos dice la ciencia y la experiencia. Dicen los sicólogos que muchas veces las actitudes machistas solo cubren un hueco de inseguridad. O sea, el que se tiene por muy macho de ordinario es un tipo inseguro, con grandes complejos y por eso echa mano de la careta “macho”. Por otro lado, bien sabemos los muchos males que causa la actitud y el comportamiento machista: irresponsabilidad en el cumplimiento de los deberes, arrogancia, vicios, adulterios…
En una visión cristiana no entra esta categoría de macho. Creemos que Dios nos creó a todos iguales, hombres y mujeres, con papeles diferentes. Eso de que el varón es superior a la mujer y tiene unos privilegios que ella no posee, es una invención de nosotros los varones, o mejor, los machos. O invención de una cultura patriarcal dominante, que incluso interpreta preceptos religiosos desde esta óptica. Pero, tanto al hombre como a la mujer, Dios los creó iguales en su ser profundo y dignidad, libres, capaces de amar, capaces de dominar sus instintos. Pues tanto el hombre como la mujer son imágenes de Dios.
Sería bueno pintar el retrato del macho y del varón para que nos identifiquemos. Así, el varón es, ante todo, un caballero, definido por el diccionario como ‘uno que se porta con nobleza, generosidad y cortesía’. Pero el macho es un consentido, no importa cuál sea su edad. Resalta su ser arrogante, caprichosa, centrado solo en sí mismo.
El varón es completamente masculino, lo cual significa que es varonil, equilibrado, que tiene sentimientos y respeta los sentimientos de los demás; sabe dominarse. Pero el macho se deja llevar por su interés egoísta: desde su niñez ha hecho todo lo que ha querido. Solo piensa en sí mismo, y rechaza las restricciones que la sociedad ha impuesto a sus ansias infantiles de placer.
El varón muestra carácter firme. Es sereno y demuestra siempre dominio propio. Este dominio lo manifiesta en la forma en que se mantiene firme y no se excede en el campo sexual, la ira, la ambición. Pero es típico del macho separar lo sexual del amor y de lo afectivo. Para él el sexo es el área principal de su gratificación propia y se molesta de cualquier situación donde tenga que posponer su satisfacción. No puede esperar o sacrificar. Le cuesta dominar su instinto. Vive lo puro instintivo y no lo espiritual de la entrega sexual.
El varón ayuda a los que necesitan de su firmeza sin abusar de ellos y sin querer herirlos. No obra por propio interés. Sabe hacer el bien gratuitamente. Cuando quiere ayudar a alguien no lo hace recalando una superioridad. Sin embargo, el nacho, si es suave en su trato y manera de hablar, lo utiliza para enmascarar su propio egoísmo. Tiene una máscara para cada situación. En suma, es un aguzao para conseguir lo suyo. La lista es larga; hay que dejar materia para otra ocasión.
P. Jorge Ambert, S.J.
Para El Visitante